Viernes noches botellón y a lo loco

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Cuando llegaron de la piscina aquello era una guerra para poderse duchar, 13 personas y un solo baño, así que se duchaban en el patio, algo muy común con la manguera, era verano y hacía calor ducharse con agua fría, era una gozada.

-¡Daniela deja de jugar a las cartas, mientras cagas! -dijo Luis gritando y riéndose.

-¡Idiota! -dijo Daniela muerta de risa, era cierto, estaba jugando al solitario mientras hacia sus necesidades.

-Venga hombre, ya está bien... -dijo la madre de estos poniendo paz. Mientras Ona pasaba por todo el comedor, enrollada en una toalla en su cuerpo.

-¡Abuelo que guapo eres coño! -dijo Ona dándole un beso en la mejilla a su abuelo, que estaba sentado en una silla leyendo una novela del oeste y dirigiéndose a la habitación que compartía con su hermano y primos. -¡Cinco minutos que nadie entre!

-¡Bueno, ahora la otra en la habitación! -dijo Luis.

-Luis macho siempre estás igual, déjalas si nosotros estamos en 3 minutos guapos. -dijo Joan.

-¡Te he oído! -dijo Ona chillando.

-¿No podéis dejar de gritar? Los vecinos deben de pensar que estamos locos... -dijo el padre de Ona.

-¡Qué novedad tito! -dijo Luis riéndose por el comentario de su tío.

En esa casa había una norma, las madres cocinaban, pero los jóvenes recogían la mesa y fregaban los platos, Joan y Luis se intentaban siempre escaquear, pero Ona los obligaba a cumplir como ellas.

-Bueno nos vamos. -anuncio Luis hacia los adultos.

-Sobre todo, ya sabéis la norma... No se llega de día. -dijo la madre de Luis. Esa norma les hacía a todos mucha gracia que diferencia había de llegar de las 6.30 h de la madrugada a las 7:00 h, según ella sí, porque la gente te veía entrar en casa a esas horas y no eran horas adecuadas, lo decía siempre por Daniela, que era la mayor y la que tenía más margen y flexibilidad de horario.

-No lleguéis muy tarde. -dijo la madre de Ona mirándola, iba con una camiseta corta y un tejano corto y zapatillas de deporte, la repaso de arriba abajo.

-Ona esto no es Barcelona, aquí la gente se arregla más. -dijo su madre.

-Ya, pero es que yo no soy de aquí. -dijo Ona.

-Ona que la gente habla, te lo pido por favor. -le rogó su madre, Ona le dio un beso en la cara a modo disculpa, pero no pensaba ceder.

ONA 

Será posible ni que fuera vestida como una cualquiera, si voy normal... Mi prima va con unos tejanos y una camisa ¿Qué diferencia hay? Llevo el pelo arreglado, desde luego mi madre y sus cosas a veces me desquicia, tanto el que dirá la gente, todo porque no me pongo un vestidito, si es viernes, no es feria, es un día normal. ¡Vaya tela! 

Bueno, ahora sí que sí botellón, ahora me toca saludar a todo el mundo... ¡No me escapo! Va Ona tranquila son los primeros días, siempre en lo mismo tranquila.

Los botellones se hacían en un callejón colindante a la preciosa Iglesia del pueblo, una calle donde no había residentes, se recogía dinero, 5 euros pusieron por persona y se iba a comprar el alcohol, hielo y vasos en un bar, que siempre los precios eran como un supermercado. Iban adentrándose en el callejón toda su pandilla cargada con el arsenal del alcohol, cuando vio a su vecino Fernando, Ona iba cargando una bolsa de hielo, pero se paró.

-¡Hola Fernando! -dijo Ona sonriendo.

-Al final no te has pasado... -dijo Fernando.

-¡Hombre Ona! Hola, ¿qué tal? -dijo un amigo de la pandilla de Fernando.

EL CHICO DEL POLO ROJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora