Las cartas

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Por la mañana Ona sentía como si una apisonadora le hubiera pasado por todo el cuerpo, se levantó toda dolorida, y como pudo fue hacia el comedor.

-¡Buenos días, abuelo! -dijo Ona, dándole un beso a su abuelo, estaba sentado leyendo una novela. 

Su abuelo tenía 93 años, pero se conservaba muy bien a pesar de su edad y de ser un hombre de campo, era culto e inteligente. La escuela de la calle lo había curtido, era educado y sabía estar siempre en su sitio, tenía muchos valores, que inculco a sus hijos.

-Ona, ¿Cómo estás? -pregunto su prima Daniela al verla de pie.

-Como si me hubieran pegado una paliza, pero bien. -contesto Ona.

-Siéntate, te preparo el desayuno. -dijo Daniela.

-No tranquila, debo moverme si no es peor... tanto tiempo en cama no es bueno. -dijo Ona, dirección hacia la cocina. Se preparó el desayuno y se tomó la medicación, cogió el móvil, tenía WhatsApps de todo el mundo, contesto a casi todo el mundo lo mismo;

"Estoy bien"

Vio un número que no tenía memorizado, miro el chat era Guille, tenía como veinte WhatsApp de él;

"Ona ¿Cómo estás?, necesito saber algo de ti..."

"Ona dime algo por favor, estoy preocupado"

"Ona, lo siento, no te haces una idea de cómo estoy, por favor dime algo..."

Ona leyó cada uno de los mensajes, respiro profundamente y le contesto;

"Buenos días, todo está bien Guille tranquilo, sigo viva, no te preocupes, fue un accidente, esas cosas pasan"

Ona desayuno tranquilamente y le pidió a su prima que bajara de la guardilla una maleta pequeña, que había de piel antigua.

-¿Para qué? -pregunto Daniela.

-Bájala anda porfa. -dijo Ona, su abuelo la oyó. Sabía que su nieta iba a curiosear aquella maleta, como había precedido. Daniela bajo la maleta y se la dio a su prima, sin darle importancia.

Ona la cogió y se salió al patio, se sentó en una silla y la abrió, era como un maletín antiguo, tipo como los que llevaban los médicos, tenía su encanto aquella maleta. Metió la mano y saco cartas y fotos, empezó a mirar las fotos, era su abuelo de joven vestido de militar giro la foto y ponía año 1939, su abuelo tendría 19 años, lo miro tenía los ojos azules, ella no tenía la genética de los ojos claros como sus primos y su hermano.

Miro entre las cartas y al azar cogió una y la empezó a leer;

"Querida familia. Espero que estéis bien, nosotros estamos cerca de Mérida, la guerra es dura. Por las noches nos se duerme bien, hace frío y no comemos bien, en cuestión de segundos por un tiro certero la vida se acaba, no tengo miedo, me da pena ver como la luz de las vidas de mis compañeros se apaga, incluso de los enemigos. Ya no sé por lo que luchamos, somos usados como títeres, lo único que veo es muerte, dolor y sufrimiento. Afronto todo serenamente, vivió esto con intensidad el día a día, pero volveré a casa vivo no os preocupéis. Os quiero, disfrutar, madre, no dejes de hacer cocido si puedes. Un beso, Juan."

Ona tras leer aquello se le cayeron las lágrimas, era una carta corta, su abuelo era de poca palabras, pero expresa el horror que vivía durante la guerra, lo había oído hablar mil veces de ello, pero leerlo de su puño y letra era diferente. Miro entre las cartas y vio que había una hacía su abuela, que ya estaba fallecida, murió cuando ella tenía 9 años, pero la recordaba a la perfección. La leyó;

"Quería Mercedes, espero y deseo que estés bien, no hay ni un solo instante que no piense en ti, tu sonrisa y tu mirada me acompaña constantemente, llevo conmigo la fotografía que me diste antes de partir. Me gustaría volverte a verte, quizás me quede mudo al admirarte de nuevo, quiero que sepas que a 10 metros te admire, a 5 metros te vi sonreír, y a un metro me enamore de ti, cuando la guerra acabe quiero llegar a ti, y que esa distancia no este entre nosotros, sentir tu respiración, te pertenezco en cuerpo y alma, espérame Mercedes y te prometo que te haré la mujer más feliz del mundo, porque lo que siento por ti es auténtico y sincero. Tu Juan"

EL CHICO DEL POLO ROJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora