GUARDAESPALDAS

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Sentí el roce caliente del proyectil cortando mi rostro como si hubiera sido la hoja de una navaja, el hilo de sangre corriendo por la mejilla, el sabor metálico en mi boca, el ruido de la detonación nubló mi sentido de orientación, caminé un par de pasos atrás y adelante en círculo, escuché el silbido agudo del disparo, luego la explosión, el silencio acompañado del eco rebotando en mi tímpano, saqué mi arma, disparé tres veces, a diferencia de mi agresor yo no falle, tres tiros seguros, dos en el pecho, uno en la cabeza, corté cartucho, giré la vista, ella estaba bien, a punto del desmayo, tirada en el piso pero no estaba herida.

Salí del carro, no estaba enojado, actúe por instinto, por supervivencia, miré el cadáver del hombre que hasta hace unos momentos vivía, respiraba, lamenté que fuera tan joven, calculé no más de veinte años, el charco de sangre que emanaba alrededor de él manchó mis zapatos, no era un tirador experto, se asustó cuando le grité, no tenía pulso de asesino, sino con seguridad me hubiera asesinado, en cambio yo si era un tirador letal, he matado a muchos como él, más jóvenes y más viejos, de cerca, de lejos, a cualquier distancia.

Cerré la puerta, Erika se desmayó por la impresión, ella sabía que ese era mi trabajo, yo debía protegerla, pero nunca pensó que fuera ella el objetivo de un ataque y es que la gente nunca imagina convertirse en el tiro al blanco de un matón, mucho menos sabe lo que se siente estar dentro de un tiroteo, no lo sabe hasta que se encuentra en uno, yo sí sé que siente, sé de lo que hablo, he estado en varios, he visto la cercanía de la muerte, el miedo que te muerde y paraliza, el dolor cortante de una bala que desgarra la piel, que quema los tejidos, que desangra el cuerpo.

La tomé de la cabeza, estaba inconsciente, no estoy seguro en qué momento perdió el conocimiento, si fue cuando me dispararon a unos centímetros de mi cabeza, o si fue cuando maté al sujeto, intenté despertarla, la llamé por su nombre un par de veces, no contestó, cuando lo hizo, gritó con todas sus fuerzas, se alejó de mí, lloró casi de inmediato, no sabía qué hacer, le salvé la vida, le sorprendió mi reacción, bajo del carro, fue a donde estaba el cadáver del joven lleno de sangre, cambió la expresión de su rostro, le invadió una furia asesina, pateó el cadáver varias veces, salí tras ella, intenté calmarla, pero estaba fuera de sí, es como si quisiera vengarse del hombre que si no fuera por mí seguro, la hubiera matado.

La sujeté del brazo, le dije que se detuviera, la sirena de una patrulla me alertó, sabía que era tiempo de irnos, no hay nada peor que quedarse en una escena del crimen, Erika entendió mi preocupación, también escuchó la alerta, subió al coche de inmediato, le seguí, dentro del coche, tomé el celular, marque al número que tenía registrado en caso de una emergencia, el único número que me interesaba tener en mis contactos – Señor gobernador, su esposa Erika y yo fuimos víctimas de un atentado, vamos para allá – dije, la voz del otro lado del auricular no contestó solo colgó el teléfono.

Llegué a la casa del Gobernador, ahí estaban el mejor cirujano de la ciudad y el mejor especialista en farmacología, listos para lo que pudiera ofrecerse, el doctor revisó la herida en mi rostro, no era nada grave, a Erika tuvieron que inyectarle un tranquilizante – Gracias Mendoza, aprecio mucho lo que hiciste, de no ser por ti, mi esposa estuviera muerta – dijo el gobernador, me felicitó un par de vece más, mandó a pedir tres pares de los fajos de billetes que tenía en su caja fuerte, me entregó casi doce mil pesos, le agradecí, el gobernador marcó de vuelta al Hospital "Medical Center", ordenó al director de ese hospital que si lo requiriera que me dieron toda la asistencia médica ya que el en persona se encargaría de cubrir todos los gastos, asentí con la cabeza – Gracias, pero no creo que sea necesario, Estoy bien – dije, la verdad que mis lesiones eran una herida superficial, y un dolor de oído causado por el ruido de la detonación.

Para ser honesto el atentado me tomó por sorpresa, sabía que el gobernador tenía una fama que le precedía desde antes, él era el nieto del que fuera durante muchos años presidente del partido oficial don Alejandro y tenía un largo historial de delitos a su espalda.

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