La Noche Insólita

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El Sol se escondía tras los altos edificios, sumiéndose todo en un oscuro y rosado naranja. A un lado un oscuro bosque de abetos de ceñudo aspecto. Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices son cada una a su manera, el susurro blanco del viento en dirección al horizonte, era noble el movimiento de los abedules. Una mansión apartada de toda la multitud, escuchando el canto de los grillos como si fuera el sonido más tranquilizador del bosque.

Allí se encontraba un misterioso joven, un hombre de armas debido a su aspecto físico tan cuidado, no era nada débil al ser hijo de uno de los nobles más reconocidos del país nombrado Nicholas Sandoval, pero también se dedicaba a las letras y al arte cosa que era uno de sus pasatiempos favoritos.

Estaba sentado leyendo un libro desconocido, su rostro sutilmente perfilado acompañado de una mirada seria que se concentraba en cada frase que contenía este.

Consiguió tener algo de inspiración dejándose llevar por aquel libro e ilustró algunos personajes que aparecían dentro, por ejemplo uno de ellos era una dama, una dama de ojos color miel tan claro como las primorosas acacias, su cabello era negro como una sombra en la lobreguez de la noche. En el libro se decía que su origen provenía de los lobos, pero nada más que eso.

La belleza que ilustró era inigualable, terminó la ilustración añadiendo su firma "Leonard Sandoval" .

-Que lástima y que trágico que mis pinturas imaginarias no sean tan realistas.- sacudió una mano en el aire, restándole importancia a su alrededor.

-¡Si tan sólo pudiese hacer que mis pinturas sean tan reales como mi imaginación plasmada en mi pincel, sería tan extravagante y significativo para mí que hasta el Diablo me escucharía!- relató Leonard con una voz algo dolorida y dramática.

El exotérico ruido de grillos no cesó al caer la bella noche, El joven pensó que por la deleite presencia del ambiente exterior era perfecto para salir fuera de la mansión y disfrutar de él.

Paseó caminando por las grandes montañas caídas en gracia por las tinieblas de la oscuridad, pero de repente se percató de algo insólito, una silueta habitaba entre las opacas sombras del bosque.

En un instante algo chocó contra él, cayendo en las múltiples hojas de la áspera tierra de allí: Leonard entreabrió los ojos y podía discernir unos ojos familiares del mismo color ámbar que elaboró en su pintura.

El Arte Maldito [INCOMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora