Colgué el teléfono y vislumbré que estaba sola en la sala, nunca pude entender la actitud de Rinha desde que nos mudamos a LinderTown, en Londres nunca había tenido una amiga fija, siempre terminaban peleadas al igual que sus novios, un cambio de aires era lo que le hacía falta, conocer otro entorno, otra cultura, otros chicos, pero se negaba a recibir esto como una ayuda para su vida, odiaba todo en su entorno, tenía a su primo y a su mejor amigo Miller, pero esto no era suficiente, había arraigado un odio hacia mí.
Yo solo buscaba la felicidad de ambas, su padre había sido un idiota en tirar a la basura veintisiete años de matrimonio, los últimos dos fueron un infierno, pero antes, éramos felices, viajábamos a todas partes del planeta, las navidades eran llena de sorpresas y regalos, nunca faltó nada, pero al parecer mi entrepierna no le gustaba como antes, se buscó una mujer diez años menor que yo, pero era obvio lo que ella quería, esas tarjetas de todos los colores y sus cuentas llenas de libras. No podía brindarle a mi hija la calidad de nuestra antigua vida, pero trataba de hacerla feliz con lo que mi salario podía permitirnos, la enfermería publica no era bien pagada en esta nueva ciudad pero por lo menos podíamos vivir de lo necesario.
Mi celular sonó en la cómoda cerca de la puerta de entrada, lo tomé para percatarme de que Ricardo venía en camino, esta era otra tachuela en el zapato, Rinha odiaba a mi novio, pero esto no me impediría rehacer mi vida, en los momentos que tienes cuarenta y tantos, que estas a las puertas de la menopausia, no podía echarme a llorar en el piso por lo mísera que ha sido la vida conmigo, saqué un cigarrillo de mi suéter de lana, lo encendí y le di dos caladas para dirigirme a la cocina a preparar la cena, tomé la carne guisada que había quedado del almuerzo y la lancé en una sartén para calentarla, freí algunas papas y lo acompañe con unos cortes de tocino. No era muy buena cocinera, nunca había tenido la necesidad de aprender a hacerlo, pero Ricardo nunca se quejaba, y si no le gustaba prefería hacerme ver que estaba perfecto, pasaron unos cuantos minutos y el timbre se hizo sentir, abrí la puerta y allí estaba, era hermoso, su cuerpo lleno de vida, su culo en el sitio donde debe estar a los veintisiete años, su cabello perfectamente negro, moreno, ojos negro brillantes, delgado pero con algo de músculos, una barba que lo hacía masculino y le agregaba unos añitos más. Lo besé en la boca y lo invité a pasar, le indiqué que tomara asiento en el comedor, le serví mi humilde cena la cual comió con gran rapidez, a pesar de ser delgado tenía un apetito nada normal para su contextura. Ricardo era un sujeto de pocas palabras, siempre que comía hablábamos de cómo nos fue en nuestros empleos y subíamos a la habitación a tener sexo, esa era otra de sus virtudes, su miembro hacía justicia a todo lo que dicen de los latinos, era perfecto y grande, más su buena técnica a la hora de moverse. Ese día estaba más callado de lo normal, traté de subirle el volumen a la televisión para ver si nos entreteníamos con el programa que emitían en ese momento y así anclar en una conversación, pero él solo se interesaba en engullir sus papas fritas.
Ya casi de los nervios le quité el plato ya vacío de mala gana y lo tiré en el fregadero haciendo un gran ruido, giré sobre mis talones, pasé por su lado sin mirarlo y tome asiento en uno de los sofás de la sala, él pestañeo dos veces, aturdido por mi actitud, la perfección que sentía de él se estaba empezando a desmoronar tan rápidamente que me estaba preocupando, esperando que entendiera las señales me estaba asustando su velocidad mental, hasta que por fin se puso de pie y camino hacia donde yo estaba.
- ¿Se puede saber qué te sucede? - Preguntó con su típico acento.
- La pregunta va para ti. - Dije tajante.
- ¿Para mí? A mí no me sucede nada... - Respondió con una sonrisa torcida.
- Tienes veintisiete años, creo que puedes entablar una conversación de más de cuatro palabras como un adulto antes de ir a la habitación y coger... - Lancé ya con los nervios fuera de control, no había retorno.
- Estás siendo grosera. - Bramó esta vez muy serio.
- ¿Te parezco grosera? ¡Ah! ¿Pero no te parece grosero venir aquí, comer como un cerdo, decir cinco estúpidas palabras y luego ir a tirarme en la recamara? Es que yo alucino contigo. - Grité poniéndome de pie danto manotazos en el aire.
- Si eso no funcio...
- No vengas con el que si eso no funciona para mí, tengo cuarenta y ocho años ¡Ya esas palabras no van conmigo Ricardo! - Grité histéricamente.
- ¿Entonces por qué no te buscas uno de tu edad? ¡No! ¡Te buscas uno de mi edad porque somos despreocupados, solo buscamos una buena cama y alguien que cocine bien! ¡No exigimos más! - Atacó Ricardo, era la primera vez que lo veía hablando con tal seriedad.
- Esa es tu form...
- No me vengas con qué esa es mi forma Mary, yo estoy contigo porque eres despreocupada y pensé que no te interesaba que llevaramos el estilo de relación que llevábamos, pero veo que no puedes con eso, si te comportarás como una chamita, entonces ya no quiero estar contigo. - Gritó Ricardo, esta vez era él el que manoteaba.
- ¿Chamita?
- ¡Una cría, como les dicen ustedes! - Aclaró.
- ¡Vete! - Dije bajando la cabeza.
- Adiós...
- ¡Vete a tomar por el culo maldito y asqueroso latino!
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Victim of Love
RomanceEl suicidio de una chica salpica las vidas de un grupo de amigos que solo querían divertirse en la discoteca que ella escogió para acabar con su vida. Este evento trae consigo ciertos secretos y situaciones que sacudirán las relaciones y vínculos qu...