Capítulo I

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Su día iba de mal en peor, su alarma sonó tarde, su uniforme estaba húmedo, porque olvidó meterlo a la secadora, y para rematar hubo un accidente provocando que se bloquee el camino corto al colegio.

Resignado cambió su rumbo usando el camino largo mientras corría desesperado, su celular no dejaba de vibrar con llamadas de sus amigos preguntando por él. ¡¿Qué no tienen nada mejor que hacer?!

Sacó el aparato para mandarlos a la mierda; pero, un cuerpo delgado chocó contra él, o bueno, él chocó contra el cuerpo delgado. Abrió los ojos, que cerró por el impacto, y se vio rodeado por una especie de nebulosa rosada con brillos.

—¿Qué carajo?— rápidamente el humo empezó a dispersarse gracias a los movimientos llenos de pánico de la joven con la que se estrelló. Esta se disculpaba casi que llorando dejando muy confundido a Katsuki pues no entendía nada de lo que decía— ¡A ver! Cálmate un poco, no tengo tiempo para esto así que cálmate.

La mujer de cabello esponjoso y rosado miraba al suelo tratando de regular su respiración. Una vez estuvo lista alzó la cabeza y miró directamente a Katsuki con más mejillas muy rojas.

—¡Lo siento!— se disculpó con una reverencia provocando un gruñido en él-He activado mi Quirk contra ti.

El silencio predominó, la joven curiosa por no recibir respuesta alzó la vista y no vio a nadie. Se giró rápidamente buscando al cenizo y lo vio a lo lejos corriendo directo al colegio.

¡La ha ignorado!

Efectivamente, así fue. El chico no le interesaba nada más que llegar a clases, y logró llegar al lugar. 1 hora tarde, pero llegó.

El resto de su día fue relativamente normal, excepto por un dolor en su cabeza.

El dolor lo mataba lenta y tortuosamente, los quejidos provocaba que sus cercanos se preocuparan por él.

Se dispuso a ignorarlo pues no quería tener la atención de sus compañeros o de su pareja, sabía que se preocuparían demasiado.

El camino al comedor fue peor, pues, entonces su vista empezó a tornarse borrosa, su cabeza daba vueltas y las voces a su alrededor sonaban con un ligero eco.

—¡Katsuki!— escuchó gritar pero ya era muy tarde. Todo se había vuelto oscuro.

Más tarde, una luz blanca empezó a molestar sus ojos, el brillo le hizo parpadear unas cuantas veces antes de abrir los ojos y sentarse en la cama de forma calmada para que las punzadas no fueran tan fuertes.

—¿Qué pasó?—preguntó a su amiga que aún no notaba su despertar. La respuesta que recibió fue un enorme abrazo por parte de pelirrosa-¡Responde mi pregunta, carajo!

—Te desmayaste. No sabemos porqué pero ahora estás en enfermería—contestó con una mueca preocupada. Desvío la mirada del rostro de Mina a alrededor—¿Te haz estado sobre esforzando?

—¿Qué? Claro que no, tonta—contestó un poco a la defensiva. Una señora bajita entró al lugar con paso lento y le preguntó su nombre y edad— tsk. Katsuki Bakugou, 16 años.

—Pues parece bien. No hay ningún daño físico ni nada. De todas formas recomiendo que vaya a reposar—habló con calma la mujer mayor mientras tecleaba algo en su computador sin prestar mayor importancia a la situación.

Intentó negarse pero la mujer insistió así que resignado salió del edificio sin siquiera molestarse en mirar a alguien. Una vez en la calle soltó un suspiro ante lo que presenciaba.

Hilos rojos. Muchos hilos rojos.

Estos iniciaban en las manos de distintas personas y se estiraban hasta lugares que su vista no podía alcanzar, algunos estaban enredados, otros directamente rotos y negros.

Maldito sea el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora