Capítulo V

3.2K 322 469
                                    

Aparcó fuera de su casa a las 5 a.m.. Sentia un peso en su pecho y las lágrimas no habían parado desde que salió de ese hotel donde se encontró desnudo, abrazando a una mujer y rodeado de ropas tiradas por doquier.

Había engañado a Kacchan, y lo recordaba perfectamente.

Entró a su hogar siendo recibido por el aroma a desayuno, caminó lentamente hasta la cocina y ahí estaba, el amor de su vida dándole la espalda mientras tarareaba una canción posiblemente improvisada.

—Llegaste. ¿Donde estabas?— la voz repentina le hizo sobresaltar un poco, suspiró un poco y de acercó a su amado, rodeando su cintura con sus brazos y apegándose para inhalar su aroma profundamente—¿Estas bien?

—Sí.. Me quedé a dormir donde Shouto—mintió con un nudo en la garganta. La culpa lo estaba devorando vivo—Tome demasiado y preferí quedarme allá.

Se sintió asquerosamente aliviado cuando su esposo asintió creyendo en su palabra. Confiando ciegamente en él.

No podía ni verlo, se sentía asqueado de tocarlo con las mismas manos que agarraron un cuerpo ajeno, asqueado de besar su cuerpo con la misma boca que besó el cuerpo de una mujer. Y lo que más le asqueaba era que en esas 2 semanas que pasaron, se había reencontrado con la dama de ojos celestes que tan loco le volvía.

Caía en su trampa una y otra vez, la veía y lo tenía a sus pies. Esa trampa...No, No hay trampa. Quería creer que había algo más allá de su evidente atracción que le hacía caer. Pero no había nada.

—Oye, Deku. Tengamos sexo hoy— se atragantó con su bebida al escuchar tal propuesta. Sin ningún filtro y sin ninguna oportunidad de negarse—¿Quieres o no?

—C-Claro que quiero, Kacchan..— ante la sonrisa satisfecha de su esposo no pudo pelear.

Ambos se besaban de forma caliente y desordenada, sus manos acariciaban el cuerpo del contrario con desesperó. Estaban tan deseosos de ese acto que no pensaban en nada más que ellos. En una burbuja llena de deseo.

Diría que fue mágico, pero no lo fue.

Se sintió tan incorrecto, no sintió esa emoción que era antes común al ver como su esposo saltaba sobre su erección siendo un manojo de gemidos y  maldiciones.

Se sintió asqueado consigo mismo de tener que cerrar los ojos e imaginarse a la chica rubia para poder correrse. Tener que imaginar a alguien más estando con su esposo, estando con la persona a la que le juró amor eterno. Era asqueroso.

Era asqueroso acostarse con Katsuki.

Después de ese encuentro entre ellos, Izuku evitó los demás. No sé sentia capaz de no verlo desnudo y se odiaba al comparar ambos cuerpos tan diferentes por evidentes razones.

Amaba a su esposo, amaba a Katsuki con mucha fuerza, pero todo su cuerpo lo rechazaba. Y eso lo tenía tan enojado que decidió dejar de pensar usando el alcohol como escape a la realidad. Dejando que este ahogada su culpa y sufrimiento.

—¡Llegas ebrio otra vez! ¡¿Que mierda sucede contigo?!— gritó el cenizo. Un gruñido salió de sus labios e intentó evitarlo pero fue detenido por la mano de Katsuki—¡Dime que pasa! Dejame ayudarte...Dejame ser tu–

—¡Tu eres el problema! Siempre tan molesto joder— se soltó bruscamente y fue hasta la cama donde solo se quitó la ropa y se recostó para dormir ignorando el llanto que quedó abajo.

No sabía que pasaba, no entendía porque todo iba mal. A veces, Izuku era tan bello, le regalaba rosas, le llevaba el desayuno a la cama y le daba los besos más hermosos, pero otros días, ni siquiera lo veía capaz de verlo a los ojos.

Maldito sea el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora