Capítulo IV: El sabor amargo de la decepción, el dulzón de elegirla.

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Los primeros rayos de sol, propios del amanecer, comenzaron a filtrarse por la blanca cortina de la habitación, reflejándose en el color fuego de aquella melena que caía por la desnuda espalda de White, cubierta por algunas constelaciones de lunares. La misma gruñó ligeramente cuando finalmente aquéllos ratos impactaron contra su rostro y de manera lenta su mano desvió al despertador para apagarlo, antes que bulliciosamente sonara. No sabía que así lo haría, pero algo le indicaba que el sonido del viejo aparato tenía la capacidad de despertar hasta los muertos.

Para su mala suerte, no recordaba los horarios  vistos durante la noche por lo que rápidamente -luego de ir al baño y comprobar el desastre que era-, comenzó a hojearlos nuevamente. Había elegido primeramente el grado de Historia, con intenciones de comenzar con Comunicaciones en el segundo semestre, si es que su salud mental y emocional se lo permitían. Pero algo ya le decía que varias distracciones tendría aquel año lectivo, ya que en aquel instante mientras sus esmeraldas comprobaban las asignaturas que tenía en la mañana, en su mente se dibujaba una rubia de ojos claros para luego difuminarse y plasmarse la imagen de una mujer de cabellos tan naranjas como una zanahoria. Debía ser tinte, más si su hermana era rubia, o tal vez era la hermana la que tenía tinte. Sabía que pronto lo averiguaría, porque tenía un don para atraer problemas.

Aquella mañana tenía las asignaturas de "oficio del historiador" y "geografía universal". Belle intuía que aquella universidad seguía el mismo plan que algunas de Londres. Durante la tarde debía presentarse en secretaría para completar el formulario de ingreso a las dos materias extracurriculares, sabiendo que las mismas ya habían comenzado. Hacían una excepción, exclusivamente por ella y principalmente por la considerable donación de sus progenitores, pero iba atrasada tres meses y un programa de apoyo estaban diseñando por ello. El curso escolar iba de septiembre hasta julio, teniendo dos meses de vacaciones para luego comenzar el siguiente semestre.

Observó el reloj mientras se acomodaba los largos calcetines, sabiendo que estaba a cinco minutos de que las puertas de aquel gran comedor recibiera a todas las jóvenes lesbianas que necesitaban corrección, para adaptarse a la sociedad. Aquello le continuaba revolviendo el estómago, ¿realmente creían en eso? ¿Acaso alguna de las chicas había abandonado sus preferencias? Suspiró pesadamente y luego de perfumarse, salió de la habitación y nuevamente se encontró con Taylor.

—Hey, Belle, dulce. ¿Cómo amaneciste? Ayer me dormí preocupada, pero no me dejaron acompañarte a la enfermería.

Exclamó la joven cuyos cabellos azabaches ahora eran reemplazados por un café, cosa que no pasó de desapercibida para la mencionada, que una tímida sonrisa dibujó mientras admiraba a su compañera. O nueva amiga.

—Te queda bien ese color.—afirmó y sus manos pasó por el buzo, tratando de quitar una arruga.—Y no te preocupes, estoy mucho mejor. Ayer fue un día demasiado largo y creo que mi cuerpo terminó por colapsar.

Afirmó comenzando a caminar; no quería llegar tarde a su primer desayuno, más ante la advertencia de Venable. Pasar de desapercibida para esa bruja era un propósito para los futuros cuatro años.

Taylor la acompañó, acomodándose la boina, quedando perfectamente sobre su corto cabello, robándose indiscretas miradas de otras jóvenes pero que rápidamente observaban el suelo, por si algún mayor viera sus reales intenciones.

—Mi primera noche también fue un desastre, vomité durante horas hasta que me quedé dormida en el baño.—y soltó una risa incitando a que la pelirroja también riera; no se podría imaginar otra imagen más bizarra que aquella.—Pero tú tuviste suerte, dos de las mujeres más bonitas de este lugar te acompañaron en enfermería. La doctora Cordelia y la directora Blanchett.

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