Capítulo V: No tan sola.

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Rápidamente la pelirroja estornudó cuando terminó de ingresar a aquel sombrío lugar, cubierto por viejos libros, cajas y archivos, absolutamente todos desordenados. Una capa de polvo cubría los muebles y Belle tuvo que retener el impulso de escribir en ellos, o dibujar alguna cara sonriente, a pesar de que parte de su alma no se sentía de aquella manera.

Se giró en sus talones cuando la puerta abruptamente se cerró, sumergiéndola en la lúgubre oscuridad que rápidamente le desesperó provocando que caminara apresuradamente hacia donde suponía que estaba la salida, pero una mano sujetándola del brazo le arrebató un jadeo al tiempo que se paralizaba.

—Tranquila.

Murmuró y un escalofrío recorrió toda la espalda de White, cuyos latidos del corazón parecían retumbar en el silencio de aquel salón. Venable le sujetó con suavidad pero había firmeza en su mano, mientras que -con el bastón- prendía la iluminación. Eran tres lámparas tenues pero que iluminaban lo suficiente.

—Para ser directora de un correctivo, tiene mucho contacto físico con las mujeres.

Exclamó la menor con una diminuta sonrisa ladina en sus labios y cuando notó las enfurecidas facciones de la contraria, soltándola con brusquedad y observándole con una chispa de frustración, vergüenza y enojo, supo que lo había arruinado. Todo aquello que habían avanzado se desmoronó como la pila de cajas que cayeron en una esquina, sobresaltandolas a ambas y haciendo que rompieran el contacto visual.

Todo su cuerpo tembló y su arrepentida mirada siguió los movimientos de Mina, que rápida y elegantemente se había apartado.

—Quiero darle un uso productivo a este salón. Hay que limpiarlo, ordenar la biblioteca por orden genérico y alfabético, entre otras cosas. En un par de días, nos traerán mobiliario nuevo y lo ubicaremos donde crea conveniente.

En silencio escuchó la estudiante, en cambio, su atención no estaba inclinada solamente hacia las palabras que pronunciaba fríamente la mayor, sino también en registrarle cuidadosamente y en el escenario donde anteriormente había estado. Cate le había hablado a Cordelia de ella, aquello le parecía hasta dulce, pero todo sentimiento era reemplazado por la decepción e ira cuando recordaba la existencia de Caroline. ¿Se había tirado a la madre de su compañera de clase? En ese instante, recordó que Venable era madrina de la misma.

—¿Qué edad tiene Caroline?

Preguntó interrumpiendo a Wilhemina, provocando que la misma volcara rápidamente su mirada hacia Belle, observándole con aquel característico ceño levemente fruncido y un brillo de confusión en su mirar. ¿Acaso Caroline formaba parte de la conversación de Cate con Belle en la dirección? Tomó un libro para dejarlo sobre la polvorienta mesa, comenzando a ojear el mismo, sin corresponder la intensidad de la verdosa mirada. Sabía que la estaba examinando.

—Dieciocho, la señorita Blanchett es brillante y tiene unos modales dignos de admirar, a diferencia suya, por supuesto.

Formuló la profesora, ganándose una pequeña cínica risa por parte de la menor, incitando a que Mina alzara la mirada y le observase con una ceja enarcada, haciendo tragar saliva a White.

—¿Conoce a la directora Blanchett fuera de las instalaciones?

Y la duda que venía surgiendo en su interior, desde aquel día en la enfermería, fue expuesta y lentamente examinó el reaccionar de Belle hacia la misma. Y esta, creyó que todo su cuerpo se desvanecía y levemente carraspeó, avanzando un par de pasos hacia la mesa para tomar otro libro y colocarlo encima.

—No, Miss Venable.
—No me gustan las mentiras, señorita White. La rescaté del infierno de la dirección, creo que lo mínimo sería responder con la verdad.

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