// SIGILOSO //

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Se levantó de la cama a beber agua. Jimin Park, era un señor de treinta Y cinco años todavía soltero y en la madrugada, el sueño lo abandonaba.

Comenzaba a removerse debajo de las sábanas y no tenía más remedio que ir hasta la cocina y saciar su sed.
Ya había probado con todo tipo de infusiones, pero no conseguía dormir de un jalón toda la noche. Siempre tenía que levantarse y aquello era insufrible, encima hacía un frío horroroso, estaba ya demasiado asqueado con aquel invierno y deseaba que terminara en ese momento si fuera posible.

Se puso sus pantuflas y caminó hasta la cocina que se encontraba del otro lado de la casa. Una vez allí, abrió el grifo mientras sacaba un vaso del armario.
Era una manía que tenía, pensaba que los bichos y la cal, se acumulaban en las paredes de la cañería y tenía que dejar correr un poco el agua para evitar infecciones. Entonces sucedió lo que pasaba todos los viernes justo a esa hora. Todos los viernes desde hace algunos meses, justo al dar los primeros sorbos comenzaba a escuchar unos gemidos en el rellano de la escalera.

Sigiloso, llegaba hasta el pasillo y apagaba todas las luces para no ser descubierto y allí, se quedaba un buen rato pegado a la mirilla.
Había descubierto un enorme placer en espiar a jin, el hijo de su vecino de arriba. ¡ pero que descaro tenían el y su novio ! ¿ como podían hacer en ese lugar aquellas cosas ?

Al principio lo veía todo borroso tras aquel monóculo curvo, solo un par de siluetas entrelazadas.
Pero poco a poco, cuando sus ojos hiban haciendose a la oscuridad, ya con su visión más ajustada podía disfrutar un poco más de aquellos goces. Sí, un descaro por un lado, pero por otro sentía una implacable envidia.
¡ que maravilla de poder enzarsarse en esos maratones de besos y caricias !

Aquella noche, el hijo del vecino parecía completamente desbocado, porque sus respiraciones no eran nada discretas. Por las ondulaciones en su pelvis, ya estaba muy avanzado en sus placeres.
Jimin pudo ver las bragas del hijo del vecino en uno de sus tobillos y las piernas completamente levantadas enroscadas a la cintura de ese chico namjoon.
El muchacho lo sostenía por los glúteos contra la pared, y parecía hundir su boca en el cuello de jin, que no hacía más que agarrarse con fuerza al cuello de su novio.

- ¡nam~~más rápido!..¡Ahora!...

Pero el, sin hacerle caso paró en seco y lo bajó.
Jimin veía lo que ocurría, con los ojos redondos como platos, arriba del azador que había comprado para aquellos encuentros de los viernes.
¿ como sería hacer un trío ?, se preguntaba aveces, ¿ quizás algo parecido a aquello ?, en cierto sentido lo eran, al menos indirectamente el ya se sentía partícipe de tanta sexualidad derrochada.
De vuelta a la mirilla, dejó de perderse en divagaciones para concentrarse en la nueva postura de la pareja. Aquella, que solo la había visto un par de ocaciones.
Namjoon puso a su novio de espaldas y lo hizo inclinarse un poco. Jin se apoyó con ambas manos en la barandilla y comenzó a gemir cuando namjoon se las abrió. Jimin pudo ver sus nalgas que se izaban sin ningún pudor. ¿ como sería que a él se las acariciaran ?
Que se las besaran, mordieran, y sentir como le introducen la lengua en la entrada y humedecen todas sus orillas.
Se sorprendió después, pues parecía que el novio del hijo del vecino había leído sus pensamientos, se agachó y comenzó a lamer la parte de abajo del chico. Parecía que jin no podía con tanto placer, y sus gemidos inundaron las escaleras.

-¡Métemela ya, no seas malo!...

Jimin vio como el muchacho se incorporó y comenzó a mover su
miembro entre sus dedos. Lástima no verlo bien, pero seguro que sería
increíble.....
¡Ah la juventud, que todo lo da!

Así que pudo imaginar todas las venas nervudas del pene latir de pura
excitación. Como la vulva de el, que en la luz azulona de la noche
brillaría de tantas humedades.

-¿Ahora, ahora la quieres? ¿No prefieres mis dedos que bombean
más rápido?...

El no contestó. «No podrá ni contestar, no tendrá ni aliento»,
pensaba jimin. Él parecía inquieto y deseoso porque se acercó a jin y lo
penetró. Nuevamente comenzó a balancearse de atrás hacia delante, de
delante hacia atrás, cada vez más deprisa. Lo agarraba fuertemente de las caderas y de vez en cuando le daba suaves azotes. «Menudas marcas le
estará dejando», se decía para sí el sigiloso espía.
A los jadeos se unía un sonido de chapoteo. Jimin pensaba en ese
hilillo transparente que estaría cayendo hasta el suelo desde los sexos
de ambos, encadenados por la nebulosa del placer. «Cómo echan la
cabeza hacia atrás, cómo jadean... ¡Vamos Namjoon, húndete más y más
en el!...¡aprietate esos pezones jin!....
Jimin quería gritar mientras todo su vello se erizaba y un escalofrío le recorría sin pausa
toda la columna.

Jimin, ajeno a todo, solo estaba concentrado en aquellas dos siluetas
que se agitaban sin parar. Pero no sabría decir si se corrieron. Solo
podía, quería imaginar: que fue Namjoon, que fue el hijo del vecino, que fueron ambos, a la vez o por separado; antes que un aguafiestas encendiera la
luz de la escalera....

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