Aparición, manifestación o fenómeno a partir del cual se revela un asunto importante.
Elemento que se manifiesta de manera inesperada, sea divino o no.
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El inframundo no era lúgubre ni terrorífico. Al menos no era como se lo habían descrito toda la vida.
Perséfone perdía la noción del tiempo, y no era precisamente por la falta de sol.
Era la compañía que la envolvia.El dios del Inframundo puso al servicio de Perséfone a todos sus lacayos; las furias traían cualquier cosa que la diosa de la primavera necesitaba de la superficie, sobre todo por alimento, ya que Hades había sido bastante claro.
—No debes comer o beber nada que se de en estas tierras— fue lo primero que le aclaró Hades nada más al llegar.
—¿Por qué? — Perséfone intuía la razón, pero por algún motivo quería escuchar las explicaciones de Hades.
—Tu alma quedaría encadenada a este lugar— el dios le quiso brindar una sonrisa conciliadora, pero se reflejo cierta tristeza en su mirada.
Debía de estar perdiendo el juicio, si la idea de estar en el reino de Hades por siempre cada vez se le hacía menos descabellada.
O tal vez solo estaba muy enamorada.
Disfruto cada paseo, los Elíseos eran una delicia, los campos de Asfodelos eran una calma monótona. E incluso los campos de castigo se le atojaron sumamente reflexivos: no se podía ser perfectos, y aún así habían decisiones que costaban demasiado caro.
Cerbero era un amor, sobre todo al estar suelto (aunque Caronte la odiaba sin lugar a duda). Todos en el Inframundo la trataban como a una diosa, pero no era igual que en la superficie: le tenían respeto, pero no temor.
Justo como a su amo, a quien los mortales y dioses aborrecian.Era una sensación que no quería dejar ir.
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Hades sabia que su tranquilidad no iba a durar.
No obstante, no esperaba la intervención de sus parientes tan pronto.—¿Que haces aquí?
Hestia no se miraba con el semblante tranquilo y alegre cada vez que veía a Hades.
—Dime que Perséfone no está aquí.
—Lo está.
La seguridad en la voz de Hades provocó pánico en Hestia. Tomó ambas manos de su hermano en gesto conciliador.
—Demeter exige que su hija sea devuelta de inmediato. O a este paso matara a la humanidad de hambre.
—Lo se— Hades había notado los cambios en la superficie. Era un milagro que Demeter no hubiera bajado en persona a castrarlo.
—Lo siento mucho, hermano.
—No. Yo lo siento mas.
Perséfone, que se escondía entre las sombras para espiar a los hermanos, abrió los ojos desmenuzadamente.
¿Simplemente la iba a dejar ir?
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I N E F A B L E
Fiksi PenggemarSegunda parte de la bilogía Inevitable Artemisa y Orión eran legendarios en las estrellas. Pero Hades y Perséfone eran todo lo que el Olimpo no podía ser. A través de vidas pasadas, Wanda Maximoff y James Barnes se han encontrado, unidos por el des...