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Querido... (Tachado)
Nose escribir cartas.
- ¿Cómo es que se me ocurrió esta idea? - en un susurro la joven deja caer su cabeza contra la mesa.
- ¿Aún no avanzas? - pregunta la joven de cabellos blancos con una sonrisa burlesca.
- Meg - solloza antes de alzar la vista - ¿Crees que a tu hermano le guste mi carta? - susurra.
- ¡Claro que sí! - ríe la mayor antes de golpear despacio la espalda de la contraria.
- solo me gustaría poder decirle todo en persona y no por este estúpido papel - ante sus quejidos la albina suspira un poco divertida, suele estar acostumbrada a estás escenas de la rubia.
- prueba, si no le gusta lo dejas, solo ponle anónimo para que no te avergüences - anima la albina sonriendo a párpados juntos.
Con una sonrisa la rubia asiente emocionada dejando ver el hermoso brillo de sus ojos rosados claros, sinceramente su parecido con su mellizas era demasiado, pero a la albina no le molestaba.
Era mil veces mejor que su enemiga Ann Chica.
Querido Zorro.
Aún no estoy segura si esto sea una buena idea, más espero, no, anhelo que no botes ni te burles de esta carta, quizás sea algo vergonzoso, más me gustaría que supieras que, Te amo.
Desde que nos conocimos aquel día lluvioso te he amado, tanto que mi corazón parece tener una fiesta cada que cruzamos miradas, mi respiración se vuelve agitada y siento que se me olvida como respirar, bueno lo último es peligroso, rayos mejor no lo hubiera escrito, ¿¡Por qué sigo escribiendo!?
Bueno solo quédate con lo primero porfavor, no quiero que pienses que me lastimas, es más tu sola presencia me motiva a venir a la escuela, eso es bueno según mi mamá, cierto mi mamá agradece que seas quien finalmente me hiciera venir con ganas a esta carce- digo hermoso establecimiento. A quién engañamos si es una cárcel.
En fin, te escribo esta carta llena de vergüenza, pero con todo mi corazón, porfavor no odies esto, si todo funciona y para entonces descubro que sientes lo que yo o no me odiaras tras saber mi identidad, diré quién soy.
Atte una tonta que se muere por ti. PD: no me odies.
- ¡Listo! - grita entre lágrimas de alegría.
- bien ahora a entregarle la carta - ambas jóvenes que por un instante parecían poder dominar el mundo sufrían en silencio - ¿Alguna idea?
- ¡Trapo! - gritó la rubia con esperanza.
Ambas asienten agradecidas de ver al joven rubio de chaleco verde quien tan solo pareció asustarse.
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