29. Amonestación

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Cuando terminé mi recuento de los hechos, Aluz me observó con una extraña amalgama de reprimenda, preocupación y asombro. Se dejó caer en el respaldar de su asiento y meditó unos momentos.

—¿Realmente escuchaste una voz? —Asentí automáticamente y su semblante se tornó meditabundo. —Eso es... significativo.

Por la cara que había puesto, "significativo" sonaba a una palabra que se quedaba corta.

—¿Idzen te dijo su nombre? ¿Él mismo? —Asentí otra vez. —Y a pesar de lo que te dijimos, has estado husmeando en nuestros asuntos.

Aunque aquella era una acusación, asentí de nuevo, no sin bajar la mirada. Sin embargo, realmente no me sentía culpable. Un silencio expectante acaeció en la blanca sala de conferencias donde sólo estábamos nosotros. No había sido difícil acudir a él, pero sí que se había extrañado que lo llamara.

Aluz enfocó su mirada en la mesa, sin mirarla realmente, y sus dedos tamborilearon como si estuviera considerando algo, tal vez asimilando todo el bodoque de información que le había soltado. Él era reservado; sabía que no iba a revelarme tantas cosas como Lax. Pero al menos, era más receptivo que Ovack.

—Dala, no has hecho bien y entiendo que idzen esté fastidiado por este asunto... sin embargo, es muy posible que tu amigo, Lax, tenga razón —dijo, la calma había regresado a su compostura—. Esa era la puerta del Creador, es un lugar especial y sagrado. Pocos pueden escuchar algo allí, muy pocos. Si te ha llamado por tu nombre, debe ser porque tiene un mensaje sólo para ti. Y me sorprende que sea así... tú no eres una de nosotros.

—Oh... —atiné a emitir, realmente no sabía si maravillarme o preocuparme.

Y en realidad, estaba algo sorprendida, pues no esperaba que él me dijera algo nuevo, ni que aquella experiencia tuviera algo que ver con esas leyendas que me habían narrado antes. Pero tenía sentido, el lugar que habíamos invadido era una especie de templo, y ellos veneraban a una suerte de Creador.

—Entonces... Aluz, ¿tú podrías conversar con Ovack?

De repente, él esbozó una sonrisa como si acabara de decir un buen chiste, y aquel gesto me indicó cuál sería el desenlace de esa conversación.

—¿Le has dicho sobre esto? —me preguntó.

Muy a pesar de mí, asentí nuevamente. Tal vez hubiera preferido no habérselo dicho, no sabía si fue por el calor del momento o si a Ovack de verdad le importaba un rábano las voces que cualquiera pueda escuchar detrás de puertas doradas. Él sólo había soltado con sorna "¿Y eso qué?". Y allí había terminado la conversación.

Aluz esbozó una mirada de comprensión, como si estuviera adivinando cómo se habían desarrollado las cosas.

—Debes saber que idzen puede ser muy razonable de acuerdo a diversas situaciones. Pero también puede ser muy intransigente...

—No me digas... —comenté con sarcasmo.

—Sobre todo si es que alguien ha contravenido sus órdenes. —Aluz compuso una mueca, como si recordara algún evento no muy agraciado. —Siempre ha sido así, esa es una de las cosas que más detesta. Pero si hay algo que aborrece más que eso, es poner en peligro a alguien más.

Entonces me dedicó un gesto enigmático, como si estuviera viendo algo que yo no.

—Dudo que pueda disuadirlo —emitió, con una certeza desalentadora—. Que escuches un llamado no es algo usual y en principio, deberíamos intentar descubrir el porqué, pero eso implica que deberías entrar en el umbral dorado; si Ovack ya se ha negado, será muy difícil hacerlo cambiar de opinión y él tiene la última palabra. Según lo vemos, esto no forma parte de nuestra misión, así que él no va a mover un dedo para exponerte a los peligros de nuestro mundo. Además, tal vez ya te has dado cuenta, a él le desagrada que lo persiga con consejos.

Plenilunio (versión borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora