Surgen las inseguridades

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Obito suspiró posando sus manos en el mármol de la meseta, su vida se estaba poniendo de cabezas y no entendía ni una mierda. Por más que intentaba no podía recordar más allá de lo que ya había contado, y por mucho que lo intentaba no conseguía nada, cosa que lo tenían bastante estresado ¿Realmente iba a perder todos esos recuerdos?

¿Realmente quería recuperar esos recuerdos?

Tan solo tenía una semana en su nueva vida y ya sentía que estaba enloqueciendo ¿Quién dijo que tener un bebé era tarea fácil? No es como que odiara a Kai, lo amaba de forma que desconocía por completo que podría llegar a querer a una persona, y eso era tan jodidamente extraño, apenas y tenía noción de que esa cosita tan frágil y pequeña era su hijo, pero su corazón latía con entusiasmo al sólo observarlo.

Estaba dando todo su esfuerzo, intentando acoplarse a la nueva vida que tenía sin muchas quejas, intentando soltar el pasado que ya nunca más regresaría. Pero era difícil, bastante complicado, y necesitaba asimilar las cosas con calma.

Ya tenía la cena lista ¿Quién habría imaginado a alguien cómo él convertirse en un hombre de familia? Era tan gracioso al punto de ser sofocante, como si su cuerpo fue arrojado al fondo del océano con piedras amarradas a sus extremidades ¿Se estaba ahogando?

Un fuerte llanto lo sacó de su ensoñación, observando por el rabillo de su ojo como el peliplateado luchaba por calmar al recién nacido. Respiró una y dos, y hasta cinco veces para poder acercarse y no perder los estribos, tampoco era que le faltaba mucho para sucumbir a la locura.

—Mejor pon la mesa — tomó el pequeño cuerpo de su hijo, arrullandolo en su pecho y tarareando una canción de cuna. Escuchando como su llanto pronto se convertía en pequeños sollozos e hipidos bajos.

Kakashi sólo salió con camino a la cocina, dejando allí a Obito y a su bebé. La frialdad del azabache le estaba helando los huesos, pero sabía que en estos momentos no estaba en posición de exigir nada, incluso si las palabras le calcinaban la garganta, era preferible guardar silencio. Tenía que ser lo más prudente posible, Obito estaba demasiado calmado aceptando lo que sería su nueva vida; no es como si ellos estén teniendo la mejor relación, apenas y se hablan, pero su forma de afrontar su nuevo presente era un gran avance, no quería pensar en Obito desertando la aldea, con su mente confusa y su corazón disperso.

Esperaba que pronto todo volviera a la normalidad, pero estaba claro que eso era un imposible.

—Se durmió y lo dejé en el moisés — dijo en voz baja, temiendo despertar al pequeño que descansaba tranquilamente.

Sólo un sonido de afirmación salió de los labios del peliplata, ambos tomando asiento frente a frente en su pequeño comedor.

Era incómodo mantener por tanto tiempo el contacto visual, se sentía como una presa apunto de ser devorado por su cazador.

Atado, asfixiado, sin energías.

—¿Podrías dejar de mirarme así? Ya se qué tengo medía cara llena de estás mierdas — se refirió a sus cicatrices. —¿Pero, hay algo más interesante que ver allí?

Kakashi no respondió, la pregunta del azabache era ácida.

Obito ladeó la cabeza, sintiendo su bilis escocer en su boca, odiaba no obtener respuestas cuando las quería o en su defecto, exigía.

—Tus ojos —fue lo único que dijo.

Obito fruncio el ceño, sin entender un carajo.

—¿Mis ojos? ¿Tengo algo en ellos? —la duda afloraba en miles de incógnitas.

Kakashi hizo ademanes de hablar, separando un poco sus labios, aunque al final sólo se mostró reacio, quedándose en una ferviente nada.

El de pelo azabache iba a decir algo, cuando se quedó con las palabras a media boca.

—No lo entiendo, es como si tus ojos me estuvieran revelando los secretos del universo. — Parpadeó paulatinamente.

Obito expandió sus globos oculares, en señal de sorpresa, realmente no esperaba tal confesión.

—¿Que cosas dices Kakashi? Leer tanto te ha fundido el cerebro.

—Obito yo —fue interrumpido por el pequeño sollozo de su hijo, quién rápidamente fue cesado por Obito.

—¿Si? — preguntó mientras intentaba dar su mejor esfuerzo para calmar a Kai, aún era muy nuevo en todo esto.

Kakashi masajeó el puente de su nariz.

—¿No recuerdas nada?

Obito negó, acariciando el cabello de su bebé, concentrándose más en ese pequeño mechón blanco.

—Entonces tú —jugó con sus dedos. —¿No logras amarme?

Obito detuvo la caricia que impartía sobre Kai, tragando en seco.

—Kakashi —lo observó con ojos suplicantes, dignos de uno de los mayores genocidas.

Kakashi suspiró, saliendo de la casa, realmente necesitaba estar sólo y sobretodo pensar.

—Yo, no se qué hacer con tu padre —resopló, empezando a hablar con su pequeño hijo. —Es díficil todo esto para mi, tenerte a ti — acarició con suavidad la mejilla de su bebé— Tú me vuelves blandito, como si fuera un algodón de azúcar y cariño, mami no es precisamente un algodón de azúcar —rio entre dientes. — Algún día te contarán quién soy yo y lo siento.

Kai sonrió arrulladito en sus brazos recibiendo sus mimos muy gustoso.

—Ya casi toda una semana contigo y sigo sin creerlo —seguía platicando con su bebé. —Sabes mi pequeño Kai, no importa si sólo estaré una semana contigo o cinco años, el tiempo que dure a tú lado siempre será el mejor, porque tú me has vuelto vulnerable.

¿Podrá soportar vivir así por más tiempo? Sabía que Kakashi lo estaba pasando mal porque extrañaba a su "esposo" pero él no era ese hombre al que el peliplata extrañaba, y ni siquiera sabía si podía deslindarse de su pasado como lo hizo el Obito anterior.

Esto se sentía repugnante, quería vomitar todas sus malas emociones, quería nunca haber pasado por algo similar, ni siquiera sabe si preferiría haberse podrido en la cárcel.

Pero ese leve pensamiento se esfumó al ver los ojos grises de Kai, si siguiera encerrado en esos barrotes nunca tendría la oportunidad de tener a su bebé, y no estaba dispuesto a dejarlo ir, no cuando era tan suyo, tan de Kakashi.

Tan de los dos.

Obito ¿tiene un hijo? |Kakaobi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora