J de jineta.
M de motomami, motomami, motomami, motomami, jeje.
N de ni se te ocurra ni pensarlo.—Quiero que me permitas que te bese mientras te hago mía una y otra y otra vez —dijo él con la voz ronca, llena de deseo.
Mi mano apoyada en su mejilla hizo un recorrido hacia sus labios, fijando mi mirada en el movimiento.
No había dejado que me besara la última vez que nos acostamos en su despacho, solo porque debía separar los sentimientos del sexo, lo que habíamos hecho en aquel escritorio de cristal, con la breve interrupción de Jonhyuck, cuyo nombre había gritado cuando Narciso me penetraba con pasión.
Aquel momento era diferente. Narciso le daba importancia al hecho de besarnos, más incluso que al hacerme suya, su sinónimo favorito para referirse al sexo. Era como si tenerme allí, tumbada en su cama, totalmente dispuesta a que me hiciera lo que deseara, fuera algo secundario, cuando siempre había parecido priorizarlo por encima de lo demás.
Nuestra tensión sexual era evidente. Desde aquel día que apareció en mi apartamento en Lyon, la primera vez que hablaba con él como yo misma, sin aquella fachada de niña débil que había interpretado, cuando nuestras manos se rozaron y sufrí un corrientazo con el solo tacto de su suave piel. Sabía perfectamente que la forma en la que me observaba con absoluto desprecio solo encendía el fuego en mí.
Mentiría si dijera que no había deseado sus dedos largos, ágiles y expertos sobre mi piel, agarrando mis muslos, apretando mis pechos y hundiéndose en mí hasta hacerme gritar de placer.
Porque sí, yo le deseaba. Le deseaba más que en toda mi vida. Y quería que me empotrara contra esa cama y me demostrara que sí que eran veinte centímetros los que sentía dentro de mí.
Sin embargo, la mirada de Narciso no era, en absoluto, del mismo deseo carnal y primitivo que yo sentía por él.
Era más... Me observaba como si temiera que huyera, como si mis piernas no estuvieran abiertas para él y solo apreciara la profundidad de mis pupilas. No compartía la picardía de su sonrisa ladeada, solo la cuestionaba como mero acto reflejo de su propia personalidad.
—No quiero que seas tierno, Narciso. No me importa lo que tengas pensado hacerme, pero quiero que seas tú mismo.
—¿Yo mismo? —repitió, confuso.
Bajé la mano que acariciaba su rostro y levanté el mío para besarle, mi pretexto para agarrar su labio inferior entre mis dientes y tirar de él lenta y dolorosamente, demostrando mis claras intenciones.
—Poséeme. Hazme tuya. Fóllame, Narciso Laboureche.
Había querido añadir que no me hiciera el amor, pero la contundencia de mis palabras parecían suficientes como para alimentar el fuego de su interior.
—¿Que te folle? —preguntó, mordiendo su labio inferior a la vez que bajaba su mirada hacia mis labios.
Me concentré tanto en su perfecto rostro, esculpido por los mismísimos ángeles, que ni siquiera me di cuenta de que había movido una mano hasta que la sentí bajo mi falda y directamente sobre mis bragas.
Emití un leve gemido por la sorpresa y no pude evitar hundir mi cabeza un poco más en el edredón, a la vez que sus dedos recorrían arriba y abajo mi fuente de deseo por encima de mi ropa interior.
—Vaya, has empapado el encaje de tu queridísimo tanga. Creo que ya no cumple su función —rio, observando mis reacciones, atento a mis jadeos ante sus suaves aunque no inocentes caricias.
Ni siquiera pude prever cuando me arrancó las bragas, incorporándose para bajarlas por mis piernas con tal rapidez que casi no las sentí sobre mi piel.
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Querido Jefe Narciso +18
RomanceEscenas censuradas de QJN, la mejor novela de Wattpad según el mismísimo Wattpad real no fake, por eso eliminó mi libro cuando las publiqué. Leer bajo propia responsabilidad, yo no me hago cargo de los paros cardíacos que puede provocar esta cosa...