Capítulo 1: El mantra

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"En esta vida solo hay dos clase de personas; las que solo se limitan a soñar, y las que luchan por hacer sus sueños realidad".

Esa frase siempre estaba en su cabeza.

Era su mantra.

Lo repetía siempre para darse ánimo, para tener fuerzas, para así poder seguir con su vida, para sentir que en realidad todo lo que estaba haciendo iba a tener un significado en un futuro.

En ese momento pudo ver como su frente estaba empapada de sudor gracias al espejo cuadrado que estaba en el baño de empleados. Sentía la espalda adolorida y los brazos y pies hinchados.

Ahora le parecía demasiado apropiado repetir esa frase una y otra vez para así poder soportar esas largas horas extras que había pedido aquella noche para poder así ayudar con los gastos familiares.

Suspiro con pesadez.

El trabajar sin parar desde el día anterior dieciocho horas seguidas sin el minimo descanso le estaba cobrando factura, pues sentía como sus ojos podrían cerrarse en cualquier momento mientras limpiaba el baño, o le derramaría refresco o agua encima de un cliente por accidente.

Debía estar bien para poder soportar las horas restantes de su turno para terminarlo sin contratiempos.

Abrió el grifo y, sin importarle tanto la máscara de pestañas que tenía puesta, lavo su cara con agua fría, con la esperanza de así poder ahuyentar un poco el sueño que se encontraba amenazándola en ese instante.

Funciono un poco, así que también se quitó su gorra y esparció con su mano agua sobre su cabello, con la finalidad de poder estar más fresca y alerta.

Una vez que se hubo puesto la cachucha y se había vuelto a poner polvo compacto y rubor, dio un largo suspiro y volvió a salir a reanudar su trabajo, después de todo su descanso de 15 minutos ya había terminado, y sabía que si no salía podía tener problemas con su jefe.

Se acomodó su mandil, tomo un bloc de notas , una pluma y comenzó a ver los clientes que habían llegado y no habían sido atendidos.

Al ser un domingo en la tarde el local se había llenado de personas de diferentes edades; había familias, adolescentes, ancianos e incluso chicos solos que se limitaban a comer su pizza mientras miraban sus teléfonos o leían algún libro o comic.

Antes de poder acercarse a una mesa alguien la toco del hombro, atrayendo su atención.

-Vaya, parece que el descanso te ha hecho bien.

-Tranquilo, estoy bien, Gonzo.- dijo ella, sonriéndole al chico.

-No me parece, pero si tú lo dices no tengo otra opción que creerte, Mar.- comentó, mientras acomodaba su gorra roja, dejando entrever su cabello liso color negro.

Ante esto ella solo soltó una risa burlona, y le dedico un gesto gracioso que significaba "Cállate, idiota" y se dirigió hacia una familia que había tomado una mesa hacia solo unos minutos y esperaba pacientemente ser atendida.

Mar se acercó a ellos y, poniendo su mejor rostro, los atendió con amabilidad y gentileza, repitiendo todo lo que ellos le decían y dedicándoles las mejores de sus sonrisas a los dos niños pequeños que estaban presentes.

Así paso el resto del turno, entre clientes, sonrisas, pedidos, y sin descansar en ningún momento.

Lo cierto era que el ser mesera era un trabajo demasiado demandante, por lo cual quedaba exhausta cuando terminaba su turno, pero siempre trataba de hacer a un lado esos pensamientos hasta que llegaba a su casa y podía dormir.

Un Lugar Lejos De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora