Capítulo 7

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NARRA ASHLEY.

JUEVES.

—Que niña para dormir como roca, por dios. No te lo repetiré de nuevo: ¡LEVANTATE, ASHSLEEEEEEEEEEEEEEEY!

Me incorporo de la cama rápidamente con el corazón latiendo a mil.

—¿Qué te pasa? —pregunto espantada.

—¿Qué me pasa? Ya faltan quince minutos para las ocho y tú aún no te levantas —me riñe Ellie—. ¡Deja de mirar el zapato!

Elevo mi mirada hasta ella, tiene el ceño fruncido, indicio de que está molesta. Parpadeo unas cuantas veces, intentando enfocar mi mente en algún punto o terminaré dormida nuevamente. Ell es guapa. Esta vez se ha tinturado el pelo de rosa y le queda muy bien, su tono de piel oscuro luce muy genial cuando combina rosa o rojo.

—También deja de mirarme a mí —se cruza de brazos—. ¿Qué esperas para meterte al baño? ¿Te llevo en brazos o qué?

—Si tú quieres no me quejo —sonrío.

—Ay, por Dios, contigo no hay remedio. —Sale de la habitación furiosa.

Decido que es momento de bañarme. Demoro un segundo más y Ellie me mete por las fuerzas a la ducha.

Entro rápidamente al baño, y me miro al espejo mientras me voy desnudando.

—¿Oye, te piensas demorar medio siglo o qué? —grita Ellie al otro lado de la puerta.

Gruño y voy directo a abrir el grifo, haciéndole saber que ya estoy bañándome.

Salgo en cinco minutos con una toalla envuelta en mi torso. Al llegar a mi habitación diviso mi uniforme sobre la cama. Intento vestirme lo más rápido posible. Termino y bajo las escaleras de dos en dos. Diviso a Dan en la puerta y voy a darle un abrazo

—Ya dejense de tonterias, los quiero fuera —afana mi mejor amiga—. Tu desayuno lo tiene Dan, así que come en un tiempito libre.

Nos empuja para que salgamos y nos despide de un beso volado.

A veces siento que Ellie es mi madre sustituta. Se preocupa por mí más que mi propia mamá.

—¿Hoy toca lenguaje a primera hora?

—Sí —contesta Dan.

Mi estómago se contrae de los nervios. Cada paso que doy hace que aumenten. Parezco idiota.

Mis manos empiezan a sudar cuando me siento junto a Jayden. Lo miro de reojo. Está mirando un punto fijo con cara de aburrimiento, se podría decir que es su estado natural.

Carraspeo y hago el amago de abrir mi mochila, pero me arrepiento al instante. Me paso la manos por la cabeza, frustrada. ¿Por qué carajos estoy tan nerviosa? Ni que fuera la primera vez que le dibujara.

Exceptuando que esta vez le he pintado. Ha sido mi segundo retrato después de 3 meses.

Y sencillamente lo hago porque es un modelo increíble. Su nariz es respingada, casi perfecta; sus cejas son tan pobladas y definidas que parecen no ser de este mundo; las tantas perforaciones que tiene, le da un aire superior. En fin, tiene un no sé qué en su rostro que te obliga a pintarle.

Un carraspeo fuerte me saca de la ensoñación. Tengo sus ojos negros mirándome fijamente.

Por favor, mundo, dime que no me he quedado mirándole fijamente mientras mis neuronas pensaban en él.

—¿Has terminado? —cuestiona, y no le encuentro sentido a su pregunta.

—¿De qué?

—De mirarme fijamente —responde con simpleza. No hay indicios de burla ni malicia en su voz. Nunca puedo definir una emoción en esta.

A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora