Capítulo 2

387 33 97
                                    

Jueves.

Dan es la persona más lenta de todo el mundo. Ya llevo más de diez minutos esperándolo, parada, fuera del colegio. Y el clima no está muy bonito que digamos, tengo todo el sol apuntándome en la cara.

Entrecierro mis ojos para enfocar la silueta que se está acercando. Es él.

—Perdona por la tardanza, estaba... —se rasca la cabeza incómodo —. Por ahí. Sí.

—¿Por ahí? —Enarco una ceja.

—Te vas a reír.

—No lo haré.

—Choqué con un chico en el pasillo, traía una bebida y pues bueno, salió volando y le cayó todo en la cabeza —No le dejo continuar porque estallo en risas. — ¡Dijiste que no te reirías!

—Perdón, pero sabes que eso ha sido súper gracioso. —digo, cuando al fin logro recuperar el aliento.

—¿Sabes qué sí me parece gracioso? Que el chico al que le volé la bebida es tu compañero en clase de Lenguaje. Eso sí es gracioso.

—No me jodas.

—No estoy jodiendo.

—¿Y te ha metido un puñetazo o algo?

—No. De hecho, solo soltó un gruñido, se levantó y fue al baño. Intenté seguirle, para disculparme, pero ya estaba en un cubículo.

—Uh... Ojalá no esté enterado de que eres mi amigo. —murmuro.

Hunde sus cejas y entrecierra los ojos.

—¿Por qué?

—Por nada. —Empiezo a caminar.

—¿Qué estás ocultando?

—¡Nada! —Camino más rápido.

—¡Te conté mi humillante accidente!

—Ayer, fui a la heladería con Ellie. Hubo un chico que intentó robarme la silla, sabes cómo soy y bueno, empecé a pelearme con él. Y sorprendentemente es el mismo chico. Jayden. —Le explico.

Ahora él es quien estalla a carcajadas.

—¿Te... peleaste por una silla? —inquiere mientras se sigue partiendo de risa. — Cada día estás peor.

Mientras espero a que termine de reír, paro el paso y me cruzo de brazos.

—Vale... Sé que eres una violenta, pero, ¿pelear por una silla? Eso es otro nivel de chiguagua violento.

No puedo evitar reírme.

—Serás desgraciado —Lo agarro del brazo y sigo caminando.

De camino a casa me intenta pinchar con bromas , pero le meto un pellizco y se calla.

En menos de quince minutos llegamos.

—¿Tu madre no está? —Pregunta mientras se abre paso por la sala de mi casa.

—No lo creo —Depósito el bolso en el mueble.

Veo como empieza a buscar mi mirada y ya sé lo que viene.

—Ya sé que si me llego a sentir sola, te escribo, tú vienes... — asiente dándome la razón—... y nos besamos. —Abre los ojos y se lleva la mano al corazón en un gesto fingido. Yo carcajeo.

—Eso no está en el contrato. —Me señala con su dedo índice.

—¿Leíste la letra pequeña? —Niega con la cabeza— Así estafan, aprende para la próxima.

A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora