Prólogo

42 2 0
                                    

Marco

La miré desde donde estaba sentado, a los pies de mi cama, y no puedo nada más que pensar en lo guapa que era y en lo poco que tenía que esforzarse para serlo. Beca no era una de esas chicas que se esfuerzan por estar perfectas, de esas que se pasan maquillándose más tiempo del necesario para impresionar a algún hombre, básicamente porque ella no lo necesita.

Es perfecta tal cual es... Y ha decidido que sea yo el que tenga el placer de admirarla, y no puedo evitar sentirme el hombre más afortunado del mundo y el peor al mismo tiempo.

—¿Por qué me miras así? —pregunta, dejando el cepillo en el mármol del lavabo. Después, viene hacia mí.

Iba a decírselo. Estaba decidido a contárselo todo. Ya tenía pensado hacerlo anoche, por eso la invité a dormir conmigo, pero no me atreví. Cuando llamó a la puerta de mi habitación perdí por completo mi lucidez y empecé a besarla y a tocarla por todas partes hasta que el sueño nos pudo a los dos. Aunque en mi defensa diré que quería al menos una última noche con ella antes de romperle el corazón.

Es que, mierda, ¿cómo podía hacer eso después de todo?

—¿Marco? —preguntó otra vez. Estaba parada entre mis piernas y, cuando levanté la vista hacia ella, decidí ser egoísta un poco más.

Jugando con fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora