𝐂.𝟐: 𝐏𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐚 𝐚𝐯𝐞

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A la mañana siguiente la rubia se levantó temprano como siempre, una severas ojeras asomaban debajo de sus cansados ojos, preparo una taza de café para tratar de espantar el sueño y maquillo su rostro para lucir igual que siempre, para mostrar que aparentemente estaba bien y se alistó como todas las mañanas. Al salir de su departamento tomó el autobús en dirección al museo como todos los días excepto los fines de semana, su rutina era la misma desde que había entrado a trabajar al museo y sinceramente a ella ya le daba igual, entró al museo y sus ojos se dirigieron de manera inmediata a la tienda de regalos, pero no había nadie

–Donna, lamento molestarte tan temprano pero ¿Haz visto a Steven?– Donna la miró de pies a cabeza para después suspirar con pesadez y hasta cierto punto, molestia

–Llamó ayer para decir que faltaría, al parecer un resfriado o algo por el estilo– Antes de que la contraria pudiese agradecerle se dio la vuelta y se perdió entre la gente

–Gracias de todas maneras Donna– La chica regresó a su lugar de trabajo mientras esperaba que llegarán los visitantes

Su día pasó muy largo y pesado ya que no podía hacer pausas debido a que no estaba Steven y ella no era muy sociable del todo, en su último recorrido le fue mejor que en el resto púes al parecer por primera vez ponían atención y hacían preguntas, al finalizar su último recorrido salió del museo con rapidez para evitar a la gerente y poder descansar, aunque en su caso no podía hacerlo como el resto de personas normales, además del hecho de que debía visitar y supervisar a Steven en caso de que estuviera enfermo. En cuanto el elevador se detuvo en el quinto piso ella caminó hasta el apartamento de Steven, no recibió respuesta y parecía no estar en casa, tocó un par de veces con persistencia pero el resultado era el mismo, ella solo deseó que él estuviera bien y después regresó a su hogar

El sonido de su celular sonando la despertó de manera abrupta haciéndola saltar del susto, miró la pantalla ciertamente brillosa la cuál lastimó su vista, al acostumbrarse a la luz logró mirar el nombre de Steven en la pantalla, así que respondió rápidamente después de tratar de despertar del todo

–Bueno... –Su voz aún sonaba cansada debido a que recientemente se había despertafo, el silencio del otro lado de la línea no tardo mucho en ser cortado por la voz del propietario del teléfono

–Podrías venir mañana a mi casa, necesito que hablemos– La rubia froto sus ojos confundida pero aceptó de última manera, después Steven colgó de manera seca algo que no era del todo común en él, miró la hora de su teléfono pero su corazón dio un vuelco en cuanto vio el día

–Mierda, esto no puede ser posible, llegaré tarde... –Se levantó rápidamente de su escritorio y un agudo dolor en el cuello la hizo quejarse al instante, se levantó apresurada sin darle importancia al dolor en su cuello y salió de su apartamento para resolver algunos asuntos personales y tratar de tener un poco de paz

Miró el reloj de su muñeca para darse cuenta de que este marcaba buena hora para llegar, después su mirada subió en dirección al cielo el cuál aún estaba claro así que no le preocupaba del todo que le cayera la noche, camino de manera rápida hasta llegar a la cafetería y al entrar lo miró a lo lejos, corrió sin llamar la atención de los demás clientes que se encontraban en ese momento y se sentó frente a él

–Llegas 10 minutos tarde– Ella lo miró con nervios, aclaró su garganta y él levantó la vista de su taza de café, no parecía del todo alegre con esa visita –¿Qué sabes hasta ahora de él?

–Se supone que teníamos que hablarlo entre todos, ¿por qué vendiste solo?– Se removió en su asiento de manera incomoda mientras esperaba su respuesta, miró a su alrededor esperando ver al resto de sus compañeros pero lamentablemente no había nadie cerca

–Te recuerdo que tienen cosas más importantes que hacer, además de que yo estoy a cargo– La mano del hombre se dirigió a la muñeca de la fémina apretandola con fuerza, ella trató de alejar rápidamente su mano pero era inútil en cuanto él la aprisiono –Habla mi pequeña ave, dame toda la información que tengas o te la sacaré cómo antes...

–Sueltame, no voy a hablar hasta que estén todos presentes– La fuerza de la chica era menor comparada con la del hombre frente suyo –Damon, sueltame por favor– Este apretó su agarre molesto, la rubia dirigió su mano libre a la del hombre y con un zarpazo logró que este retirara su mano

–Maldita... –Alzó la mano para golpearla pero todo el mundo miraba la escena lo que hizo detenerse justo con su mano en el aire, algo de lo que agradecía estar en público cuando tenía que verlo –Obtendré la información Nailah y cuando la tenga no será cómo antes, no dejaré que siga con vida– Sacó de su bolsillo un par de billetes y los aventó en la mesa frente suyo, salió molesto del lugar y ella pudo suspirar tranquila

Damon nunca cambiaría, todo era igual desde que se habían casado muchos años atrás, al principio parecía ser el esposo ejemplar y perfecto, él cual todas las chicas desean, después llegaron los golpes y faltas de respeto que él tenía hacía ella, eso los llevó a un estado de separación y ruptura y más tarde ella trataría de que se divorciarian, debido a su otro trabajo aún tenía que verlo y al parecer aún debía aguantar los maltratos por parte de su aún esposo, los papeles de divorcio aún no estaban firmados para desgracia de ella, por su parte a él no parecía importarle estar casado pero mucho menos quería dejarla libre, si no era de él no sería de nadie... Si era necesario, le cortaría las alas a su pequeña ave para que no pudiera volar nunca más

𝐓𝐡𝐞 𝐌𝐚𝐧 𝐀𝐟𝐭𝐞𝐫 𝐌𝐢𝐝𝐧𝐢𝐠𝐡𝐭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora