Capítulo 4. Tocándose.

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El capitán Luo no solía ser del tipo que fuera remilgoso o quisquilloso con la comida, cuando su mamá aún vivía y los días eran grises, solían comer las sobras de cualquier casa que fuera amable con ellos.

Competir contra un perro a espaldas de su enferma madre, era algo que Luo Binghe solía hacer cada que el hambre era insoportable. Incluso pararse al lado de la carretera y mirar a los transeúntes con su expresión más lastimera que tenía, era una de sus habilidades de niño.

No se avergonzaba de decir que fue muy pobre de infante y tampoco de decir que casi muere por inanición de no haber sido porque Tianlang Jun lo encontró. Poco después encontró el lugar donde vivía con su mamá pero ella ya había muerto.

Los doctores en aquel entonces dijeron que había sido una muerte resultado de las graves heridas internas que tenía y que ya se le podía considerar un milagro que viviera tanto tiempo en ese estado. Al Luo BingHe de 6 años le costaba creer que su mamá nunca más estaría a su lado y en cambio, estaría un viejo barbón que lo miraba profundamente y después suspiraría.

La historia de sus padres está de más contarla y por casi diez años esa fue su escama inversa. Una mala trama donde la mujer fue humillada y golpeada cuando todos se enteraron de que se había enamorado del señor de una residencia rica, y el hombre, como idiota que es, pensó que aquella que le había prometido el amor eterno se había escapado con sus posesiones más valiosas.

Después de algunos años de ceguera, se dio cuenta de la verdad y los fue a buscar. Pero solo encontró un niño desnutrido y moribundo y una mujer muerta.

Como compensación por los malos años de su infancia, Tianlang Jun trató muy bien a Luo BingHe, complaciéndolo en todos sus caprichos y luego, dándole la oportunidad de navegar a su lado. No volvió a pasar hambre ni humillaciones, casi se podía decir que su vida de aquel tiempo solo fue un mal sueño.

Estando en la penosa situación de no tener más comida que pescados asados, de repente recordó un poco de su pasado. Los que se estaban quejando por comer siempre lo mismo se callaron cuando en los días siguientes, el equipo encargado de ir al mar y recolectar comida regresó con una cantidad de peces que no eran suficientes ni siquiera para la mitad de ellos.

En realidad, solo eran poco más de veinte y los enfermos no se podían contar porque las raciones que comían eran muy pocas y debían ser pasadas por procesos diferentes para que fuera algo similar a una papilla.

Pero veinte hombres hambrientos y sin nada más que hacer que mirar las caras arrugadas de sus compañeros, se volvían en un ejército difícil de saciar.

No es que no hubiera más peces en el mar, es solo que se habían asustado y habían decidido irse lo más lejos posible porque ahí eran una presa fácil, además, la temporada de invierno ya había llegado hace un par de semanas y conseguir alimento se volvía algo complicado.

Fue así como todos los remilgados que querían comer algo diferente suplicaron al mar por más comida.

No hubo respuesta, sin embargo.

Su grandiosa dieta se vio muy afectada y poco a poco fueron desechando la parte de peces asados para rellenarlo con cualquier otro animal.

Ya llevaban un mes y una semana en esa isla olvidada por todos y aunque el invierno ya había llegado, no hubo más variaciones además de que las mañanas eran muy frías y había una ligera escarcha en el pasto que sobresalía de la selva.

No necesitaron pensar en abrigos o mantas porque el calor durante el día seguía siendo bastante sofocante, en cambio su mayor preocupación era la comida.

El sabor de una sirena [BingJiu/JiuBing]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora