Capítulo 7. El sabor de una sirena.

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-BingHe.

Su nombre dicho de esa forma, tan bajo, tan ronco, tan pervertido hizo que la columna vertebral del capitán se estremeciera y se retorciera como gusano. De su pecaminosa boca salió un hilo de saliva que no pudo recoger y que le escurrió hasta llegar al suelo y formar un pequeño charco.

Su humilde cuerpo temblaba por la estimulación que Shen Jiu le estaba dando generosamente, su cabeza zumbaba y en su mente no había cosas coherentes por las que valiera la pena pensar.

Solo un revoltijo de ideas inacabadas que sus neuronas no se molestaban en terminar.

-BingHe.

Si su madre supiera que su nombre podía ser dicho de esa manera tan provocativa y sensual, se sonrojaría y quizá se lo pensaría dos veces antes de ponérselo. El capitán gimió en respuesta, su cabeza se enterró en el pasto con los ojos cerrados y la boca abierta, no sabía si era para aspirar más aire o para poder gemir sin tapujos.

Sea como sea, su garganta estaba seca, los suspiros que se le escapaban rasguñaban su ya dañada garganta, pero nada de eso importó cuando sintió la lengua de Shen Jiu lamer sus nalgas y separarlas para besar su anillo.

¿Cuál garganta seca que no soportaba gemir muy alto? El capitán Luo BingHe maldijo un par de veces con la voz más sexi que alguien haya escuchado jamás.

Su cuerpo estaba pegado a la orilla del lago, con el torso como pescado, bailando sobre la tierra y el pasto. Sus caderas estaban un poco más arriba del nivel del agua, perfecto para la altura de la sirena que no desaprovechaba la oportunidad para profanar su tembloroso y caliente cuerpo.

Las lamidas y succiones eran lentas, pausadas, como si quisiera ver cuánto temple lograba quitarle al hombre. Increíblemente despiadado.

El aliento le erizaba la piel y le daba olas de excitación, nadie, ni siquiera la cortesana más experimentada había hecho sentir de esa forma al capitán. Su vientre bajo quemaba con pasión, sus pulmones no alcanzaban para tomar aire suficiente y su corazón estaba tan vivo, que por un minúsculo momento, pensó que tal vez podría salirse.

No pasó, sin embargo. Estaba bien sujeto por sus costillas que se restregaban sin pudor contra la tierra.

-Shen Jiu...tú, maldito. – murmuró entre la bruma que era su cabeza. En realidad, no sabía qué quería, pero sintió que si no decía esas palabras sería como una sumisa damisela a la espera de que su marido lo tomara.

Por lo menos, quería aparentar la imagen de que no era sumiso. Aunque sus piernas se estremecieran ante el pensamiento del pene de la sirena, estaba muy enojado, con la cabeza bien roja y una vena que parecía que en cualquier momento se reventaría. Era muy largo y grueso, cuando BingHe lo vio, no pudo evitar salivar como perro y abrir sus piernas para que esa cosa le hiciera compañía por el resto de la velada.

Era la primera vez que recibía el deseo de otro hombre, cuanto más el de una sirena. Pero eso no fue impedimento para que su imaginación volara y lo quisiera dentro de sí, porque este no era un hombre cualquiera, este era Shen Jiu.

El que empujaba su lengua dentro de su agujero y el que gemía su nombre, no era otro más que Shen Jiu.

Si estar esa tarde con él significaba ser un sumiso, dejar que lo partieran a la mitad y ser llevado al cielo por una sirena como él, Luo BingHe no dudaría en aceptar de buena gana y abrir más sus piernas.

De la nada, sintió un objeto duro y pesado rozarse en sus muslos, levantó la cabeza y aulló de placer.

-¿Te gusta, BingHe? -su voz, su maldita voz le erizó la piel y lo volvió idiota, asintió con tanta fuerza que su barbilla pegó con el suelo. La adrenalina era tanta que ni siquiera sintió el dolor.

El sabor de una sirena [BingJiu/JiuBing]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora