2

5 0 0
                                    

Capítulo 2

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




Capítulo 2



El amor no se busca. Y a pesar de aquello, el siempre me miraba como si buscara descifrarme. Yo no busqué a Peter, el tampoco me buscaba; me fui de aquella ciudad años atrás y, volver a contactar a los chicos siempre estuvo rondando en mi cabeza, pero nunca lo hice. Tenía miedo. Temía no ser aquella chica con la que les gustaba salir.

Los chicos dejaron huella en mi. Ellos sonreían de manera burlona, yo lo miraba como si tratara de guardarlo en mi memoria.

Peter

—Acepto que fui una idiota, pero tu igual lo fuiste.

Fred me miró enarcando una ceja mientras se llevaba su cerveza a la boca.

— Yo no fui quien le dijo a una bella chica su nombre mal... o disculpa, ni siquiera recordaste su nombre en la mañana.

Lo mire mal.

— En mi defensa, con el trabajo y las cervezas que tome anoche, haber terminado en mi propia casa, ya es un bonus.

Fred rio.

— Si que eres idiota, Peter.

— Al menos recuerdas algo de anoche ¿Fred? — el me miró con una sonrisa inocente. — ¿Algo de ella? — me miró aún confundido. —¿Algo de la chica?

Abrió los ojos emocionado.

— Tenía buen culo.

— Fred. — Lo reprimí.

— ¿Que?

— No te fijes solo en eso en las chicas.

— No lo hago. — le restó importancia. — Ellas me usan, y yo disfruto ser usado por las bellas damas que necesitan sexo.

Rode los ojos. Me levante de la silla y tome la cerveza de la mano del chico de cabello azul desteñído. Este me miró con el entrecejo fruncido.

— ¡Oye!

— Debes de dejar de meter alcohol a tu hígado y sangre, Fred. — respondí mientras me adentraba a mi casa

— ¡Odio que tengas la sabiduría de un viejo y el alma de un joven!

Dejando los lloriqueos de mi mejor amigo a un lado, coloque la lata de cerveza en la barra y ahí estaba...

Los boletos que aquella chica cuyo nombre aún no recordaba me había dado. Dos boletos para un dichoso bar de barra abierta, solo está noche, a las orillas del mal. Sabía donde quedaba dicho lugar, es decir, había vivido en esta ciudad toda mi vida. Aquel restaurante, era un buen lugar para ir a beber, estudiar y sobre todo, observar. Era un café y bar,  dos en uno supongo.

Por una ola [PROCESS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora