Desesperación

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Capítulo 2: 

Encuentro

Era de noche cuando Hermione Granger despertó en medio de una pesadilla, no recordaba sinceramente cómo había logrado llegar a la cama, aunque supuso que la señora Weasley había tenido que ver; tampoco estaba segura de a qué hora se había dormido, hubiera preferido no despertar, el peso de la realidad era abrumador y la respiración ya comenzaba a hacerse superficial nuevamente hasta por fin calmarse minutos más tarde.

Decidió cambiarse y bajar, ya deberían estar por cenar y sinceramente no quería ser una molestia más de lo que lo había sido ese día… mientras bajaba su mente divagaba sobre diferentes leyes mágicas de matrimonio. Aún estaba asombrada y horrorizada, parecían en algunos casos extraídas del medioevo, en el mejor de los casos del 1800 o 1900. 

Molly le había insinuado con bastante insistencia que no dispondría de un acuerdo actualizado, sino que habría varias exigencias propias del status de Snape que mantendrían las "viejas costumbres". 

Esa era una sorpresa increíble, sabía que los profesores ganaban muy bien en el mundo mágico y que a parte él era uno de los mejores maestros pocionistas de Europa pero ser rico y reconocido socialmente era algo que jamás había demostrado o aparentado en la escuela en donde era conocido como el murciélago de las mazmorras de pelo grasiento que siempre llevaba la misma túnica modesta y estricta. Esta arista en la vida del profesor la inquietaba muchísimo, según lo que había entendido, hacía aún más rígido el contrato que firmaría debido al círculo social (mortífagos y sangre puras de alta sociedad) en el que se movía habitualmente. 

Señorita Granger - La voz del hombre la paralizó por completo, gélida, bastante cargada de su habitual molestia y desdén. Normalmente habría contestado sin mayores dificultades pero solo fué capaz de quedarse paralizada sin casi respirar temblando ligeramente y mirando los pies de Severus Snape. - Sígame por favor. - 

Quiso hacerlo sinceramente pero no pudo, sus piernas no le respondían, la figura del hombre nunca le había parecido tan intimidante. Se sentía inutil, ni siquiera podía mirarlo más allá de sus pies.

Señorita Granger! - ladro sacándola de su trance-  Le estoy diciendo que me siga, ahora. - Era evidente el profundo estado de shock de la chica, sabía que debería al menos mostrar cierta empatía, estaba realmente aterrorizada y para ser sincero tenía razón, pero años siendo espía y mortífago habían terminado con cualquier atisbo de empatía que pudiera haber tenido, por el contrario sintió gran molestia, desagrado e ira. Veía su futuro penoso y miserable.  Aún así no dijo nada más y optó por tomarla del brazo bruscamente arrastrándola al estudio silenciando el lugar antes de soltarla.

Señorita Granger, aquí le traje para que firme el acta para el ministerio, con ella informaremos que estamos acatando los tiempos y las directivas impuestas.- Esperó unos segundos a que se acercara al escritorio para tomar los papeles, pero ella siguió en silencio sin moverse-  Puede no firmar, Señorita Granger,  pero lo hará de oficio el ministerio y sinceramente no tomaré a bien la humillación. - La chica estaba inmóvil con la pluma que se había acercado lentamente a buscar en la mano temblando, pareció dudarlo, aunque un vistazo rápido hacia él bastó para terminar con los papeles de una vez, la señora Weasley tenía razón, no firmar no iba a ayudarla - Debe saber que yo definitivamente no deseo esto más que usted y sin embargo le ahorraré cualquier cosa que le haga avergonzarse, espero la misma cortesía. - Hermione estaba sorprendida y asustada, en toda la conversación no le había permitido hablar ni tampoco pareció interesarle  su opinión en lo más mínimo. En cambio siguió en modo informativo mientras acomodaba los papeles luego de sellar él mismo con su propia firma la última página sin siquiera mirarla al hablar - El contrato estará listo en seis días para firmarlo en la ceremonia de compromiso. Luego de eso son siete  días corridos adicionales hasta la ceremonia principal y… estará hecho. - Severus se detuvo unos segundos para ver si ella lo seguía, su aspecto era deplorable y esperaba que eventualmente mejorara… Estaba pálida, temblando y lloraba intermitentemente. Su lenguaje corporal se asemejaba al de los prisioneros que capturaban esporádicamente con los mortífagos, lo cual lo molestó aún más, ¡no era un monstruo y no le había hecho nada! Él mismo estaba obligado por los dos líderes a hacer esto.  - Debe controlarse señorita Granger, no puede reaccionar así cada vez que me vea. 

No ha preguntado mi opinión ni una sola vez profesor, ni cómo me siento… - Las lágrimas habían vuelto a surgir y sus puños estaban firmemente cerrados. No se animaba a mirarlo al hablar. 

Snape parecía bastante sorprendido, aunque rápidamente se recompuso- 

Señorita Granger, creo que no leyó ni entendió la naturaleza de este arreglo. Su opinión o sentir me son por completo indiferentes, usted ahora no es una alumna, es la prometida de un importante hombre de negocios de clase alta sangre pura. Es, a efectos prácticos, una mera pertenencia mía. Debe procesarlo ahora. - Sin dedicarle otra mirada salió a toda velocidad de allí dejándola llorando desconsolada. Una ley y un hombre habían conseguido doblegarla más que cualquier batalla o señor oscuro. 


El reflejo del espejo le devolvió una imagen demacrada de sí misma, era notoria la pérdida de peso desde aquel día y las uñas estaban carcomidas hasta que sus dedos quedaron lastimados. Los estragos del estrés eran notorios en cada poro de su piel. Faltaban pocos minutos para partir hacia el despacho del director  y firmar esos malditos papeles, aún estaba procesando su vestimenta rígida, de un color demasiado sobrio que intentaba ocultar sus escasos años. Se sentía como una niña disfrazada en la ropa de su madre jugando a ser adulta.  

No llevaba absolutamente nada y aunque había leído bastante no estaba segura de qué pasaría y cuáles serían las cláusulas principales a las que se vería sometida probablemente por el resto de su vida… ya hacían unos días que las lágrimas le habían abandonado, dejando pasó a unas ojeras qué parecían no dejarla nunca. 

Era muy difícil comprender qué Lord Voldemort, uno de los magos más poderosos de todo el mundo, estuviera particularmente interesado en que ella, una niña de 16 años que ni siquiera era mayor de edad, se casará para ser completamente controlada por uno de sus mortífagos aunque su estatus de sangre fuera por completo contrario a los estándares de la organización que dirigía. Pero lo único realmente cierto para ella en ese momento era que no tenía escapatoria alguna de lo que venía y que la persona con la que compartiría su vida la odiaba, o al menos le era completamente indiferente sus anhelos, sus gustos o cualquier cosa respecto a su persona. Sería infeliz. Completa y totalmente infeliz.

Nunca había soñado con casarse ni con tener hijos y ahora se vería obligada a hacer ambas cosas, y lo peor era que este hombre tampoco quería casarse ni dejar descendencia en este mundo y ahora se vería obligado a ello. 

Los golpes repentinos la distrajeron de su perspectiva futura sobre su incierta vida, sus amigos le estaban esperando al otro lado de la puerta para acompañarla hasta la red flu, el profesor Snape no quería a nadie qué no fueron ellos dos y el profesor Dumbledore en la ceremonia, supuestamente por una cuestión de seguridad, y ella debería afrontar sola este terrible momento. 

Los pasos de la chimenea fueron demasiado cortos, el tiempo era demasiado escaso, no parecía alcanzar cada segundo de libertad qué le quedaba. Inexorablemente se hicieron las 9 en punto y debió irse, a través de las llamas verdes vió desvanecerse los rostros preocupados de las personas que amaba. Con determinación se prometió permanecer fuerte frente al profesor Snape y no darle más motivos para tratarla peor. 

Al salir de la chimenea levemente tosiendo se encontró frente a ambos hombres, respiró profundo. Ya había llegado el momento. 

Gracias! Ojalá les siga gustando mi visión.

Matrimonio ForzadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora