Matrimonio

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Capítulo 3 

La ceremonia

Había discutido con la señora Weasley sobre esto, comprar otra túnica extraña y demasiado rígida le parecía un derroche de dinero aunque el mismo Severus Snape hubiera, sin su consentimiento por supuesto, depositado una exorbitante suma de dinero que fácilmente pudiera comprar toda la tienda al menos 3 veces y aunque intentó explicar que iba a vestirse exactamente igual que para la ceremonia de compromiso la señora Weasley no lo permitió horrorizada ante tal perspectiva para luego explicarle qué era una costumbre que los novios usaran prendas distintas en ambos eventos.

Sinceramente no podía creer o mejor dicho nunca se había puesto a pensar en la cantidad de supersticiones y costumbres que seguía la sociedad mágica a rajatabla sin cuestionarse por ningún momento un cambio o una modificación. 

La capa era azul intenso, tratando de convertir su mortal palidez en algo bonito. Le habían puesto unos broches en su pelo y un leve maquillaje.

 Así había partido hacia el ministerio sola. Completamente sola.

 Cuando llegó al sector correspondiente estaba temblando y la garganta le dolía por la tensión, el hombre ya se encontraba allí, impecablemente vestido en total contraste a su habitual túnica de enseñanza desteñida.  

Recordó que en la ceremonia anterior, él llevaba otro traje impecable. Quizás lo de la ropa sí se lo tomaban tan en serio. Después de todo él aparentaba seguir todas y cada una de las costumbres más antiquísimas.

El hombre le dió un leve asentimiento y un "buenas tardes" señalando la silla para que se siente. 

Por un momento vió su reflejo en un metal frente a ella que volvió a darle la misma imagen de sí misma demacrada; aún más que hace una semana, y pese a los extraordinarios intentos de Molly y Ginny aún se podían vislumbrar su piel extraordinariamente pálida, los kilos que había adelgazado y no sabía cómo recuperar. Y la tristeza profunda en sus ojos.

Nunca se había considerado una joven bonita ni hermosa pero el aspecto que tenía ahora la deprimía aún más, repentinamente observó por un instante al hombre que seguía de pie a su lado custodiándola con el ceño fruncido; realmente no le pareció un hombre atractivo en ninguna forma, muchísimo menos en su personalidad pero era innegable que era formidable, su porte aristócrata y su poder lo hacían destacar entre las personas que estaban allí.  Aparentemente verla en un estado de vulnerabilidad lo ponía aún de peor humor del que ya era habitual. No podía dejar de pensar que aquel era el día de su boda, ya fuera deseada o no, era su boda y ella estaba totalmente fea ante los ojos de su marido, sola y desamparada. Estaba a punto de llorar, era su principal deseo aunque logró contenerlo, dudaba que fuera apreciado porque llamaría la atención. 

El hombre pareció percatarse de que lo estaba mirando y la observó fijamente hasta provocar que ella se sonrojara y bajara la mirada avergonzada. 

Sinceramente le  tenía mucho miedo ñ, él había organizado un contrato arcaico y horrendo en donde los únicos derechos de los que dispondría como su esposa se limitaban a lo económico y a la protección. Cualquier otra cosa que pudiera desear o necesitar por más insignificante que fuera sería otorgada o no por él, según su propio criterio y disponibilidad. Estás cláusulas sin contar las particulares impuestas por el ministerio cómo la obligatoriedad de consumar el matrimonio la misma noche del evento…(al pensar en eso sintió bilis subiendo por la garganta) junto a la cláusula de mantener al menos un encuentro semanal sin posibilidad de  utilizar anticonceptivos o métodos que pudieran llegar a impedir un embarazo, debido a que el objetivo de la ley en sí misma era la renovación de la sangre mágica.

 El ministerio para asegurarse también familias tradicionales agregó a los anillos comprados por los novios, encantamientos para la fidelidad, entre otros que obviamente se le aplicaría solo a la mujer (la mayoría de los sangre pura no lo aceptaría de no poder seguir teniendo cierto libertinaje). 

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