Ciclos nuevos

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Aún no tenía idea de lo qué le diría a sus compañeros, ni siquiera estaba segura de poder compartir con ellos en la torre Gryffindor o siquiera si seguía perteneciendo a dicha casa . Para ser honesta dudaba mucho que a Snape le molestaran esas cosas particularmente o siquiera si las tenía en cuenta entre el descontrol que descubrió existía su vida. La última semana se había dedicado a observar al hombre cuando este no le veía... analizaba todas sus palabras y acciones para determinar o intentar al menos, el riesgo real que corría a su lado. Prácticamente no le dirigía la palabra y se dió cuenta de que intentaba dejarla tranquila. Nunca invadía los espacios donde ella estaba sin dar a conocer su presencia. Esos ultimos días, al llegar el resto de los docentes no solo devolvió finalmente su varita, sino que soportó estoicamente todas y cada una de las miradas y comentarios que le lanzaban. Nunca lo escucho quejarse y a veces se preguntaba si él mismo no se sentía de aquella forma en la que lo veían sus colegas.

Quizás había algo decente en el hombre, no agradable. Pero sí decente.

Los profesores estaban volviendola loca, todos demostraban su enojo o tristeza a la situación que estaba atravesando. Eran tan malditamente condescendientes que sentía unas ganas irrefrenables de gritarles y atacarlos. Ninguno de ellos había movido un cabello para salvarla o resignó ni siquiera una semana de descanso para velar por ella. No. Había estado completamente sola con un hombre digno de temer. No era justo que buscaran consuelo personal en enojarse con Snape cuando no se atrevían a enfrentarlo abiertamente... aún así había observado cómo él ignoraba o permitía sin decir nada el odio de todos. Era odiado por la orden, por los mortífagos, por su esposa y ahora por sus colegas; si eso le afectaba no lo demostró en ningún momento.

Snape era malo y cruel, no estaba por encima de prohibirle algo si eso ayudaba en sus planes, pero no tenía interés o motivación para excluirla de su casa en la escuela; el problema era simplemente una cuestión de falta de precedentes ante una situación tan escandalosa. Después de todo profesores y alumnos no deberían compartir la cama.

Compartir la cama...Pensar en eso la hizo estremecerse. No había mejorado en absoluto la situación, quizas un poco el dolor, pero por lo demás seguía siendo una tortura física y mental. Sentía parte de su alma romperse cada vez. Se había sentido mejor al ver que las pociones que consumía él en realidad eran para conseguir una erección y poder finalizar velozmente. Al menos así comprobaba que no mentía; él realmente odiaba la situación; aunque eso no le impedía jadear casi imperceptiblemente en su oido o gemir al correrse... porque a pesar del desagrado que él sentía forzandola, él acababa. Sentía el placer del orgasmo llegar a él semana a semana aunque intentara no tocarla más que para mantenerla en el lugar, el placer se encontraba alli acusatoriamente, flotando como ácido en la habitación esos segundos previos a que todo arrancara a funcionar. Unos segundos de horror ante lo vivido y la consciencia de que lo seguirían viviendo.

Sabía que luego él iría prácticamente corriendo al baño, donde esperaba mucho rato en salir. Le dejaría la poción de sueños sin sueños, como si el resto de las noches no soñara con el sonido del cinturón desajustandose o la sensación de miedo al sentir el colchón hundirse a sus costados y su mano subir su camisón.

No... tomar la poción era cruel porque significaba que solo dormiría una noche a la semana... A veces al escucharlo dormir estudiaba, bajo la penumbra, la habitación... muy impersonal para alguien con tanto dinero. No había absolutamente nada más que lo necesario; a veces lo miraba a él, dormido no parecía tan aterrador, se dió cuenta que no tenía mas arrugas que las que forzaba su rostro al molestarse, su pelo no era grasoso aunque se viera así. Sin dudas se veía mucho más joven al dormir, aunque habitualmente no eran más de 4 o 5 horas las que descansaba con suerte... A veces se imaginaba ese rostro tranquilo hablarle por las mañanas o sonreir. Nunca lo había visto hacerlo sin tener la necesidad de ello, nunca de forma sincera. No había dormido sin ropa jamás, pero le parecía surrealista tener a ese hombre a su lado en nada más que un pijama cuando durante todos sus años en el castillo tenía varias capas de pesadas telas muy conservadoras, no dando pie a imaginar siquiera la contextura del hombre. Aunque quisiera negarlo y estaba convencida de que estaba afrontando un gran problema en su slaud mental, tenía la curiosidad de ver algo de su cuerpo... al menos conocerlo de alguna forma ya que dudaba ver el interior del alma de su marido alguna vez. Lo máximo que pasaba un excelente día era un te nocturno en silencio.

Matrimonio ForzadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora