the guardian. pjm

veintidós.

Final. Parte I.

No soltó la mano de Yaeri, ni siquiera para conducir, cómodamente la tenía entrelazada con la suya. Quizá porque la extrañaba, quizá porque quería calmarle esos nervios que hasta el mismo siente los trae de punta y eso explicaría los pequeños saltos que da cuando escucha el ruido de los claxon sonar.
Le abrió paso a su casa, mientras él se aseguraba de que nadie los siguió. Subió con ella hasta su habitación y ahí la dejó, aprovechando que su cama era grande y la pared no la dejaba a la vista.
――Espere aquí-

――Ya no trabajas para mi. ――Dijo, porque noto que mantenía ese tono formal y respetuoso con ella.

――Esperame aquí, Yaeri. ――Corrigió. Jura que en ese momento siente su corazón aliviarse, la risa que soltó lo hace sonreír, como extrañaba esa dulce risa suya.
Él en la Sala, se encargó de hacer su hogar lo más seguro para ella.
Cambió las cortinas por unas más oscuras, puso un par de cámaras viejas en la entrada que transmitían hacia su celular, pero por supuesto, al nuevo celular que saca de un cajón porque el viejo lo apaga y pone en el triturador para evitar algún atentado de rastreo.
No estaba convencido de que lo hacia era buena idea y sabía bien que parte de la razón por la que la llevó consigo, es porque no puede vivir sin ella, por eso se molesta y pregunta, si está siendo muy egoísta, al sobreponer sus sentimientos, de ambos, por sobre sus propias vidas.

¿Es esto correcto? ¿Hacía mal? ¿Debió regresarla a la casa de seguridad?
Era obvio cuales eran las respuestas.

Se arriesgaba mucho al llevarla ahí, un lugar con cero seguridad y solo con él como protector, pero algo sí estaba más que garantizado.

Antes muerto que dejar que algo le pase.

Jimin abrió la puerta y al mismo tiempo el estómago de Yaeri gruñe por el hambre que tiene.
――Perdón.

――¿No has comido bien?

――Solo unas cucharadas, a veces no me da mucha hambre.

Él tampoco ha comido en todo el día, pero le entregó lo que ha comprado para que sea ella quien lo coma. ――Ya no está tan caliente. Lo siento.

――¿Y tú?

――Comí antes de ir por ti. ――Sonrió.

Yaeri tomó la hamburguesa en sus manos y dio un mordisco pequeño. A él se le arrisco el corazón al verla de esa forma tan vulnerable, tan rota y resignada. Y parece que ella también se da vergüenza a sí misma porque no puede dar un segundo mordisco sin que la vista se le nuble y las lágrimas se le desborden.
――Yaeri... ――Pronunció con áspera voz.

¿Ya que más puede decir que no haya demostrado? El cansancio, la ansiedad, lo devastada se le notaba sin siquiera tener la necesidad de decir una sola palabra. Vuelve a romperse por segunda vez frente a él y no se aguanta el impulso de aventarse encima suyo para abrazarlo y reconfortarse.

Él no dijo nada, porque no puede hacerle promesas, que no cumple. No puede asegurar cosas, que parecen no pasarán. Ella lo sabe y por eso llora con más ganas todavía. Jimin sabe que odia las mentiras, y aunque desea con toda su alma poder darle alivio, no puede hacerlo pintando mentiras de colores. Sin embargo, hay algo que sí puede hacer.
――No llores más, estoy aquí. ――Dijo, dándose el crédito de que eso la haría sentir mejor y que su presencia era suficiente para calmarla. ――Mientras esté vivo, sabes que no dejaré que nada te pase. ¿Me escuchas? ――Le levantó el rostro con las manos en sus costados, con ella llorando de forma inconsolable. ――Yaeri, no voy a dejar que nada te pase.