El principio

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Cuenta la profecía que, cada 50 años, nacía un heredero del planeta Krypton que aseguraría la salvaguarda de la tribu. Durante siglos, este honor había recaído en figuras masculinas, descendientes de Kal-El. Los ancianos descubrieron a través de un rito en qué familia nacería el elegido.

El año en que debía nacer yo, repitieron el ritual tres veces porque no podían creer que, ese año, nacería una descendiente de Kara Zor-El. Finalmente, se resignaron a la idea.

Cuando nací, cumplía todos los requisitos. Tenía las marcas del Mayarah en la espalda y, muy a su pesar, me dieron el nombre de Kara. Nunca me trataron como una mujer, ya que nunca había habido una descendiente de Kara. Me vestían como un hombre, me entrenaban como tal y recogían mi melena rubia como si fuera un guerrero masculino.

Los ancianos me enseñaban historia y relatos sobre mis antecesores. La presión sobre mi vida empezaba a ser abrumadora. ¿Qué culpa tenía yo si Rao había dispuesto el cambio?

Todo comenzó hace unos 300 años, alrededor de 2021. El mundo sufrió una pandemia, y los gobiernos corruptos se echaban la culpa unos a otros mientras las tensiones se palpaban en el aire. Las peores discusiones fueron entre Estados Unidos y dos países, Rusia y China. Esto originó lo que llamaron la Tercera Guerra Mundial, que en realidad fue una guerra biológica y nuclear.

El conflicto casi exterminó a la humanidad. De toda la población mundial, solo sobrevivieron unos cientos de miles de personas, que se desplazaron a la única zona no afectada por la radiación: el norte de Alaska. Allí, tuvieron que aprender de los inuit a cazar y vivir en el frío. De los cientos de miles, solo unas mil personas llegaron a la tierra helada; el resto falleció por el frío extremo o la radiación acumulada en sus cuerpos.

Los inuit los acogieron sin problemas, ya que conocían la noticia de la guerra. Nos convertimos en una única tribu, y nuestro idioma se convirtió en una mezcla de los supervivientes y del inuit original. La tribu denominó al nuevo idioma Khoisan, en honor al relato bíblico de la Torre de Babel.

La primera mención de la profecía ocurrió en el año 2035, mucho tiempo después del fin del mundo. Una anciana llamada Alura, conocida por su fama como vidente, tuvo un sueño con Rao, que le reveló la profecía. Alura eligió a los más sabios de la tribu y les enseñó el ritual que deberían realizar en el año 2050 para identificar al descendiente de Kal-El.

Los poderes del elegido eran muy diferentes a los del primer kryptoniano. El primer Kal-El de la profecía tenía poderes sobre el trueno, la luz y el cielo.

Esos mismos poderes eran los que debía aprender a dominar. Los libros que explicaban todo esto eran escritos a mano por los sucesores de Alura. A mí se me entregaron los diarios de mis antecesores, que relataban sus experiencias y cómo lucharon por no caer en la oscuridad. La oscuridad...

Todos mencionaban la oscuridad, y todos los elegidos pasaron momentos difíciles hasta cumplir su cometido. Sabía que mi destino estaba decidido, pero el sacrificio, después de cumplir la profecía, comenzaba a llenarme de dudas.

Mis interrogantes empezaron cuando cumplí 17 años. Al principio, el rol de heroína me encantaba, pero a medida que fui creciendo, dejó de parecerme tan atractivo. A los 20 años, se lo comenté al grupo de sabios, quienes se alarmaron y le preguntaron a Rao por qué tenía que ser una descendiente de Kara Zor-El.

No podía hablar con nadie sobre mis dudas, ni siquiera con mis padres. No tenía amigos ni amigas. Mi vida se basaba en aprender historia, entrenar y manejar mis poderes. Las personas de mi edad no me hablaban, algunos por miedo y otros por respeto excesivo.

Un día, después de finalizar el entrenamiento, fui al pozo a buscar agua y descansar antes de regresar a casa. Me chocó con una chica. Le pedí disculpas por no haber mirado por dónde iba. Ella me miró directamente a los ojos, molesta, y me dijo que tuviera más cuidado la próxima vez.

Era la primera vez que alguien me hablaba de esa manera. Le pregunté si sabía quién era yo y cuál era su nombre. Me respondió que si lo adivinaba, me invitaría a beber. Le pedí una pista.

Me miró con esos ojos verdes penetrantes y me dijo que, por ser la elegida de Krypton, no tenía derecho a jugar con ventaja y se marchó. Sentí un escalofrío mientras la observaba alejarse.

Cuando llegué a casa, les conté a mis padres lo sucedido. Ellos se miraron y sonrieron. Me dijeron que la profecía estaba siguiendo su curso. Entonces entendí. Corrí a mi cuarto y empecé a leer los diarios, buscando su nombre. En todos ellos, se mencionaba que, alrededor de los 20 años, el elegido conocería a la que sería su compañera, tanto en la batalla como en el hogar. En todos los diarios, el nombre era el mismo: Lois.

La única mujer que, si el elegido perdía el control, sería la única capaz de controlarlo. Tenía el poder de motivar a su compañero en la batalla y podía transformarse en cualquier animal. Había pasado por un proceso similar al mío: había sido elegida en un ritual, le enseñaron a ser guerrera, estudiar historia y hasta aprender artes sexuales.

Aparte de todo esto, no había más menciones sobre ella, excepto en momentos puntuales. Ninguno de los diarios hablaba de la última batalla que debía enfrentar, por lo que no podía saber cómo sería mi muerte.

Esa misma noche, me costó mucho conciliar el sueño. Estaba nerviosa por volver a ver a la morena de ojos verdes. A la mañana siguiente, me refugié en mi rutina habitual, sin poder quitarme a Lois de la cabeza, pero ella no apareció.

Me sentí decepcionada y dolida. Pensé que la encontraría después del entrenamiento, pero tampoco. Después de casi dos semanas sin verla, me sentía débil. Me costaba concentrarme, tenía fallos tontos y las cicatrices en mi cuerpo iban en aumento. Los demás guerreros empezaron a burlarse de mí, diciendo que la tribu estaba perdida con una elegida como yo. La rabia y la ira empezaron a acumularse en mi interior y, sin querer, creé nubes de tormenta y un rayo cayó justo delante de los guerreros.

Todos salieron corriendo asustados, menos el instructor, que se acercó a mí y me golpeó en la cara. El cielo se despejó y el instructor me dijo que no debía dejarme llevar por la rabia y la ira, porque no habría marcha atrás. Luego me explicó que alguien nuevo vendría a entrenar conmigo.

Todo por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora