10 ⚝ Bosque de los anhelos

465 36 9
                                    


Miedo. Nerviosismo. Una emoción y una sensación que juntas nunca podían traer nada bueno. Ignis nos había dicho que estábamos a unos minutos de pisar el Bosque de los anhelos, y eso había hecho saltar mis alarmas.

No hacía más que recordar las advertencias que nos había dado de dicho bosque, y del peligro de este. ¿Podía ser verdad que el propio bosque podía meterse en la mente de uno y rebuscar hasta encontrar sus miedos y anhelos? Sólo de pensar lo que podría hacer con mi mente, la respiración se me agitaba.

Apreté en mi puño uno de los frutos que días antes habíamos cogido y tragué saliva. Todos avanzábamos sobre nuestros caballos, pero mientras la mayoría parecían calmados, yo no dejaba de sudar. Miré el fruto y dudé. ¿Y si no me hacía efecto? ¿Con dos me bastaría? ¿Y tres?

En una bolsa atada al costado de mi caballo rebusqué hasta coger dos frutos más y llevármelos a la boca. Eso quizá podría calmarme..

—¿Tan rápido, Daveth? —mi abuelo me miró sobre su caballo, a unos dos metros de mí. Papá giró su rostro para mirarme—. Todavía no hemos cruzado.

—Los necesitaba ya.

Mi abuelo esbozó una sonrisa.

—¿Mi nieto está asustado?

Rodé los ojos, aunque lo cierto es que sí. Últimamente me había sentido demasiado vulnerable y no necesitaba que un dichoso bosque me hiciera sentirme todavía peor.

—Prefiero no arriesgarme a tardar demasiado —me limité a decir.

Mi padre miró el fruto en su mano y acto seguido decidió comérselo. .

—No lo molestes mucho más —le pidió papá a mi abuelo.

—¿Molestar yo a mi nieto? Por favor, ¿qué sandeces dices de mí, hijo? ¿Cómo podría yo hacer algo así?

Solté una risa a la que se unió mi abuelo, mas mi padre se mantuvo serio. Mi abuelo entonces borró cualquier rastro de diversión de su rostro y prefirió alejarse de él y acercarse a mí. Observé a ambos y después volví a caer, como todos estos días, en la duda de por qué mi abuelo estaba con nosotros en aquel viaje. No era el único que los notaba extraños, sobre todo a papá, Taric también se había dado cuenta.

—Dijiste que toda pregunta era bienvenida, ¿verdad?

—¿Es cosa mía o te estás volviendo todo un cotilla?

—Me vendrá de sangre.

Sonrió.

—Supongo.

Miré a mi padre, quien avanzaba sobre su caballo unos metros por delante de nosotros. Volví a mirar a mi abuelo.

—¿Por qué estás aquí?

Entrecerró sus ojos.

—Comienzo a sospechar que no te alegras de que esté.

—¿Ya vas a empezar a dramatizar, abuelo?

—¡Dramatizo cuando quiero! ¡Deberías estar contento de que esté aquí contigo! ¡Estoy aquí por ti!

Lo último que dijo me hizo querer sonreír. No me molestaba que estuviera aquí, pero si me preocupaba, como seguro que le preocupaba a mi padre aunque hubiese cedido. Mi abuelo ya tenía una edad y no se podía defender tan bien como antes.

—Eres un mentiroso, no estás aquí por mí.

—Bueno —sonrió, cual niño inocente—, quizá en eso sí haya mentido.

Negué la cabeza y miré hacia otro lado para poder disimular mi sonrisa.

—¿Entonces vas a responderme? —cuestioné cuando volví a mi expresión de póker.

La hija del Diablo  [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora