Najimi no oficial

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A las afueras del distrito, un demonio y un pilar se enfrentaban una vez más; siendo las estrellas las únicas testigos de su épica batalla lejos de cualquier espectador

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A las afueras del distrito, un demonio y un pilar se enfrentaban una vez más; siendo las estrellas las únicas testigos de su épica batalla lejos de cualquier espectador.
En el anonimato, el sonido de la espada al chocar contra la piel del engendro demoníaco resonaba y se perdía en el viento que pasaba entre los árboles.

La tierra retumbaba con cada estocada o golpe que llegaban a acertar en el cuerpo del otro, manifestando los ataques como un espectáculo de luces en medio de la oscuridad de la noche. Por un lado, las flamas provenientes de la espada del mortal encontraban la manera de iluminar hasta el rincon más oscuro del lugar; como la esperanza inunda los corazones de los humanos en momentos de desesperación. Pero, por el contrario, los destellos que causaban los golpes del ser infernal hacían el afan de destruir todo a su pasó, como un fuego insaciable que buscaba consumir esa esperanza por la que tanto luchaba el pilar hasta no dejar más que cenizas.

Ambas luces querían ejercer control sobre la otra, tratando de consumirse mutuamente hasta saber cuál de ellas se apagaría, y cual de ellas terminaría por extinguirse al final. Por desgracia, en el fondo ambas sabían que la que obtenía su poder de una fuente ilimitada pronto comenzaría a ceder. Pero Kyojuro no aceptó nada de eso; si su destino era arder en las brazas su propio fuego con tal de vencerlo, que así sea.

Akaza se daba cuenta de ello. Cada corte en su cuerpo hacía que conociera los riesgos que el humano estaba dispuesto a correr. Y eso en verdad le encantaba.
Esa noche lucía más que perfecto ante los ojos del demonio. La fiereza en sus ojos lo quemaban cual sol en verano, la ira de sus golpes lo hacían retroceder; y la fuerza de voluntad que transmitía su alma hacía temblar a la suya.
Sus ropas desgarradas y su pelo alborotado por la pelea se movían al ritmo del viento, sus manos ya mallugadas y sus pies descalzos manchados con tierra y posiblemente su propia sangre; igual de maltratados que el resto de su cuerpo. Tantas eran las heridas que le había causado, pero aún así seguía en pie, luchando y rehusandose a perder. La tercera creciente no podía estar más cautivado.

El pilar retrocede un momento para respirar, necesita reponerse. Akaza preciente que el climax esta cerca.
Aprovechando su ligero momento de debilidad, el demonio se acerca con agilidad al humano a quien no le da tiempo de formular un contraataque ante el movimiento imprevisto de su oponente. Al final el mortal termina sin una arma con la cual defenderse; aprisionado por las manos del demonio en un intenso agarre que lo apega a su cuerpo sin la posibilidad de escapar.

El peli rosa atrapa su mano izquierda y la sostiene para que no intente golpearlo, aprisionando su brazo derecho con el mismo objetivo. Cualquiera que los viera de lejos seguramente pensaría que solamente se trata de una pareja que baila al aire libre bajo el resplandor de la luna; y no se equivocaría, pues si le preguntaban al de ojos amarillos este afirmaría sin dudar. Para él, desde un inició su pelea no fue más que una danza cuyo augurio era el peligro y una muerte segura para uno de los miembros implicados. ¿Pero que podía decir?, A Akaza le encantaba la adrenalina.

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