Capítulo 6

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El coche frenó en seco.

—En cuanto yo te diga, bajas del coche y sales corriendo hacia esa puerta— dijo el hombre señalando en frente suya.

Anna tragó saliva, todo este asunto le olía muy mal. «¿Y si no lo hago qué?» «¿Me pegan un tiro como antes ha dicho?» «¿En dónde coño me he metido?»

—1...

Se le empezó a acelerar el corazón «¿Será verdad lo que me ha dicho del tiro?» «¿Quién me lo iba a dar...? ¿Él?»

—2...

«¿Para qué me ha traído aquí? Si yo no les he hecho nada»

—3...

«Vale, prepárate Anna...»

—¡Ya!

En cuanto lo dijo, Anna salió corriendo lo más rápido que pudo y a los pocos segundos, el hombre la siguió detrás.

Pronto llegaron al la puerta metálica.

El hombre aporreó la puerta de forma insistente.

—¡Héctor! ¡Abre, soy yo! ¡Dani!— gritó.

Anna lo miró. «Dani...¿Lo llaman con el diminutivo? Pero si supuestamente es uno de los jefes...»

Enseguida se abrió la pequeña ventana metálica de la puerta y unos ojos pardos aparecieron, primero, los examinaron a él y luego a ella, frunciendo el ceño confundido.

La puerta se abrió y rápidamente, los dos entraron.

—Podéis quitaros las bandanas, aquí estáis seguros...— dijo Héctor mirando a Anna mientras cerraba la puerta.

Anna rompió el contacto visual mientras se desanudaba la tela de la bandana, era algo incómodo ya que no se conocían de nada.

—Dani... ¿Quién es la chica que has traído?

Dani miró a Anna.

—No te preocupes, no es una de ellos.

«¿Una de ellos?»

Héctor asintió.

Dani agarró de la muñeca a Anna y los dos fueron hacia unas viejas escaleras de madera que chirriaban a cada peldaño que subían.

—Anna... puede que la gente de aquí te juzgue...nos cuesta mucho confiar en los nuevos.

La chica hizo una mueca de confusión.

—¿Y por qué me dices eso?

—Porque aquí somos muy... territoriales— en cuanto Dani terminó la frase, ambos llegaron a una habitación. Anna miró adentro: Unas quince personas, mujeres, hombres, niños y un solo anciano estaban sentados alrededor de una chimenea, todos llevaban ropa negra, manchada y algunos de ellos estaban tumbados en los sofás durmiendo con mantas aparentemente sucias y vejas.

—¿Hola?—dijo Dani sonriente.

Varias personas giraron su cabeza para mirarle. Un hombre se levantó del sofá nada más verlo.

—¿Dani? ¿Qué haces aquí tan pronto?—

Miró a Anna.

—¿Qué haces tú aquí? ¿Quién coño eres?—dijo con el ceño fruncido.

«Mierda, es el otro hombre»

—Leo, no te preocupes, no es una de ellos— dijo Dani intentando tranquilizarle.

Leo siguió acercándose.

—¿Quién es ella Dani? Ya sabes como van las cosas aquí.

Leo miró a Anna.

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