𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐

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La lluvia había cesado, pero su molestia iba en crescendo, una y otra vez sus ojos oscuros recorrían las líneas plasmadas en las hojas del informe, no podía creerlo, emitió un bufido sonoro y lanzó los papeles sobre el escritorio provocando el sobresalto del hombre que se encontraba sentado.

—Detective Holland —advirtió el jefe de la estación—, debe calmarse.

—¿Calmarme? —ironizó el hombre, giró sobre sus talones manteniéndole la mirada colérica al jefe—. ¡Les pedí que mantuvieran a la muchacha con vida! ¿No pudieron esperar hasta mi llegada? ¡era la única que tenía una pista!

—Ella no sabía algo relevante, incluso...

—Si —aseveró el detective Holland, un mohín de antipatía pasó por sus facciones—, incluso le aplicaron la descabellada tortura. Algo tan arcaico.

—Era la única manera de obtener algo —increpó el jefe apuntando las hojas desordenadas sobre la mesa.

—¡Hay otras maneras! ¡Persuasión, jefe! ¿acaso es difícil hablar con una muchacha? —arqueó una ceja, mientras más recordaba el reporte, su disgusto se elevaba—. ¡Incluso dejaron que Carter Nathan huyera!

Habían pasado ya dos días desde la ejecución de Anne Brand, cuando los agentes llegaron a la mansión Nathan, solo hallaron cenizas, no había rastros del matrimonio Nathan por ningún lugar. Hace un tiempo, desde que habían comenzado los asesinatos el gobernador estaba preocupado, por ello envió a Edward Holland a Rose Hill para resolver el caso del asesino antes de que la noticia alarmara a los pueblos vecinos. Al tener conocimiento del arresto de una muchacha apresuro su viaje para interrogarla, sin embargo, al llegar se halló con la noticia de la horrorosa ejecución.

—Sinceramente... —el jefe se recostó contra el respaldo de su asiento—, creíamos que con la ejecución podríamos persuadir a los demás implicados en hablar.

—Y ahora hay nada —espetó, Holland.

Un alborotó irrumpió el tenso silencio entre ambos hombres, la puerta de la oficina se abrió ruidosamente, un oficial joven ingresó, turbado.

—¡Terribles noticias! —anunció sudando frio—, señor...

—¿Qué ocurre ahora? —cuestionó el jefe lanzando su cuerpo al frente.

—Apareció Carter Nathan, lo encontramos cerca de las fronteras de Rose Hill —por unos segundos una leve sonrisa se asomó en el rostro arrugado del jefe —. Pero, está muerto.

—¿Muerto? —increpó el jefe poniéndose de pie—. ¿Qué ha ocurrido?

El joven acarició su pecho aliviando la pesadez del miedo que estaba brotando en su ser.

—Están haciendo el levantamiento del cuerpo. Pero anunciaron a simple vista que fue asesinado por una terrible mordida en el cuello...como los demás asesinatos.

El jefe de la estación de Rose Hill se desplomó sobre su asiento temiendo por la reacción de los habitantes del pueblo. Holland cruzó sus brazos visiblemente, frustrado, había perdido a otro implicado para siempre.

—¿Qué hay de su esposa Giselle Nathan? —preguntó.

El oficial aclaró su voz.

—No hay rastros de ella, solo hallaron el carruaje lleno de sangre, el chofer también fue asesinado. Pero no hay rastros de la señora.

—Dios —se lamentó Hollando apretando el puente de su nariz con los dedos—, lléveme con el que se hará cargo de revisar el cadáver del Señor Nathan, y necesito que me entregue información de la esposa.

ETERNA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora