Harry recostó a James en el pequeño armario que no usaban, dónde había cobijas calientes y una almohada acolchada. Sonrió mientras le acomodaba un mechón de su larga cabellera, le gustaría cortársela pero no se le permitían tijeras.
Se dirigió al baño y suspirando, bajo sus pantalones y ropa interior, abrió una botella de lubricante y se unto en los dedos. Apoyándose del lavamanos, el cual no tenía ningún espejo, llevo su mano a su parte trasera. Se acaricio lentamente y cerro los ojos, mientras un dedo entraba, preparando su funcida entrada, que con los años seguía siendo igual de apretada.
Uno se convirtió en dos, luego en tres y cuatro solo por si acaso. El preparamiento duro algunos minutos, estirando su interior lo mejor que pudiese.
Hasta que finalmente, luego de un considerable tiempo, saco sus dedos y se dejó caer al suelo. Se recorrió hasta estar recargado en la pared, abrazándose las piernas y hundiendo su cabeza. Se sentía asqueado, usado y sucio. Tener que prepararse para… para…
Un tirón de magia lo saco de su tren de pensamientos, de su miseria. La puerta había aparecido en la pared y Harry rápidamente se acomodo la ropa.
Se limpio la cara con un poco de agua y orgullosamente salió del baño, con la barbilla en lo alto.
Para cuándo la puerta se abrió, revelando al hombre que a pesar de haber recuperado su apariencia original, aún seguía siendo el monstruo que todo mundo conoce, Harry ya estaba parado en medio del ático con las manos hacia arriba.
– Enséñame tus bolsillos – Ordenó la serpentina voz, otra cosa que aún no cambiaba. Además de sus ojos rojos.
Harry obedeció, sacándose los bolsillos del pantalón, no tenía nada en ellos. Tampoco es como si hubiese algo que pudiera usar contra ese mago.
– Bien, ya puedes moverte – Riddle dijo, mientras caminaba tranquilamente hacia la pequeña mesa.
Harry se acercó, cauteloso como siempre, había aprendido con el tiempo que no te podías fiar de Voldemort incluso cuando tenía instantes en los que parecía un poco cuerdo.
– Traje lo que me has pedido, la ropa del niño y sus pociones de vitaminas – Explicó con voz indiferente el mayor, tomo asiento y le dio una apreciativa mirada al cuerpo del más joven. – También te compre un pequeño regalo, revisa la bolsa morada.
El menor así lo hizo, abriendo lentamente dicho objeto y sabiendo de antemano que lo que fuese que hubiera ahí, no le gustaría. Ningún regalo por parte de este hombre sería de su agrado, jamás. Ni en mil años. Así que cuando observó el conjunto verde de lencería con encaje, no se sorprendió.
– Debes ser agradecido, Harry – La voz amenazante le hizo ponerse rígido. – ¿Cómo se dice cuando alguien te da un regalo? Al menos que quieras que te lo recuerde con mis propios métodos.
– Gracias… – Harry se apresuró a decir, pero salió como un leve susurro y al ver que el otro mago no estaba conforme, repito en voz alta: – Gracias, es muy bonito.
Tom pareció satisfecho con eso, ya que asintió y relajo su postura, le pidió a Harry una de esas galletas que había hecho esa tarde con James. El menor se las dio y prosiguió a guardar la ropa y acomodar las pociones.
Apenas había terminado cuando escucho el ruido inconfundible de Riddle levantándose de la silla, caminando por el ático. La fría madera del piso crujía con cada paso que daba.
– Ven, vas a relajarme. Hoy fue un día duro, esos estúpidos de la orden… – De repente, Tom se silencio.
A veces Voldemort hablaba de más, tal vez porque sabía que Harry nunca saldría de ahí o porque se sentía cómodo platicando con él. No estaba seguro, ese monstruo tenía una extraña forma de ver el mundo.
– ¿Los de la orden…? – Harry pregunto, con una pizca de esperanza floreciendo en su estómago.
En cambio, Riddle rio con superioridad.
– Harry, Harry… No se cuando entenderás que esos sangre sucia y aquellos traidores a la sangre, se han olvidado de ti. Dejaron de buscarte hace dos años. – La voz de Tom era cruel, como Harry sabía que el tipo era. – No les importas, eras solo un peón.
Harry no respondió, su mirada clavada en la repisa dónde acomodaba las pociones de James. Hasta que sintió unos brazos rodearle la cintura y el calor de un cuerpo mas grande que el suyo.
Tom lo estaba abrazando, una situación tan peligrosa como ninguna otra.
– Pero a mí… si me importas, Harry – Susurro en su oído.
– Solo por qué soy tu horrocrux…
– Ese es un buen punto – La risa de Riddle invadió sus oídos, ronca e hipnotizante. – Pero es por eso mismo, porque tienes una parte de mi alma, que nadie va a proteger como yo. Mira lo que he hecho por ti, Harry. Te proporciono un lugar seguro, en dónde nadie te encontrará, ni siquiera saben que sigues con vida – Tom le susurro, su voz seductora solo causaba asco en el ex Gryffindor. – Mate a Bellatrix frente a tus ojos, como un regalo por tu embarazo. Eliminé a aquella que asesino a tu padrino.
– Yo no te pedí que lo hicieras… – Susurro pero al momento de sentirse presionado contra la repisa, se arrepintió. Así que corrigiendo, prosiguió: – Aún así, gracias.
– Así me gusta, debes ser agradecido – Riddle rio, antes de separarse del menor y caminar nuevamente a la cama. – Quítate la ropa.
La orden fue seca, cruda y amenazadora. El tono siempre era el mismo, Harry se había acostumbrado con el paso de los años. Y desde que James había llegado tuvo que aprender a obedecer, se sumiso y mantenlo complacido. Su cerebro repetía, siempre.
Se retiró la ropa como si de un robot se tratase, solo siguiendo los comandos de su programador. Quitando cada prenda como si no le importase, porque solo así, podía sobrellevar ese infierno. Solo así no se rompería, solo así su cordura estaría intacta.
Y cuando la última pieza cayó al suelo, la tela de sus bóxer tocando el frío piso de madera, Voldemort levanto la vista.
Y Harry lo sabía… no le gustó nada lo que veía.
No porque Harry no era agraciado, para nada, tenía un buen cuerpo incluso para estar dentro de ese sitio durante años. Además Harry sabía que Voldemort había sido malditamente asexual durante toda su vida, jamás sintió apetito sexual, no lo necesitaba. Deseaba el poder, solo eso. Si se acostaba con alguien sería solo por el beneficio que eso le traería, pero esos días habían quedado atrás, ya no necesitaba de nadie. Pero cuando se enteró que Harry poseía un pedazo de su alma… bueno, el imbécil narcisista decidió que sería jodidamente bueno solo mantener intimidad con él.
Pero no, lo que había molestado a Voldemort era otra cosa.
Harry no traía nada debajo de su ropa normal.
– ¿Dónde está el regalo que te compre la ocasión pasada? – Le pregunto, tan lentamente que había parecido que casi hablaba en parsel.
Y el ex Gryffindor no pudo más que tragar saliva, esa maldita lencería era una vergüenza, probarse aquello solo le haría sentirse humillado. Riddle había empezado a vestirlo como si de una muñeca se tratase, cada vez con una prenda más provocativa, solo para despertar su libido.
Harry sencillamente no podía usar eso, no quería rebajarse a tal nivel. Vestir de una forma completamente diferente a como lo haría, solo para ser el entretenimiento de un imbécil.
– ¡Responde cuando se te habla, Potter! – Bramó el mayor, sus ojos ardiendo aún más y sus manos hechas puños.
Y antes de que pudiera siquiera excusarse o correr, Riddle lo sujeto fuertemente. Lo empujó y manipuló a su manera, como un muñeco de trapo. Pronto estuvo sobre la cama, atado incapaz de hacer algo, de resistirse. De intentar frenar las agresivas manos invasoras.
Esa noche, en ese frío y deprimente ático, mientras James dormía… Harry fue tomado de forma ruda, sin amor, sin pasión. Siendo solo un medio para la satisfacción del otro.
Esa madrugada, entre sollozos y dolor, Harry volvió a confirmar que… no importa cuánto tiempo pase, ni cuan cuerdo parezca a veces Voldemort, nunca se podría confiar en él.
Porque estaba loco.
Porque era su captor.
Porque hoy, como muchas otras veces, lo había violado.∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆
|| Se que este capítulo puede ser desagradable para muchos de ustedes, me disculpo por ello. Pero no sé preocupen, nos estamos acercando a la libertad de Harry, así que tranquilos 💚 ||
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El ático (SNARRY)
FanfictionHogwarts siempre se sintió como su hogar. Aún recordaba el fuente viento que golpeaba su rostro en la torre más alta del castillo, la nieve que cubría los extensos terrenos alrededor, la lluvia que empapaba las ventanas algunas noches, las hojas cay...