Capítulo 18

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Habían pasado diez noches desde la primera desaparición en el campamento

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Habían pasado diez noches desde la primera desaparición en el campamento. Contemplé las diez tallas de madera de abedul que se encontraban sobre la cómoda de al lado de mi cama. Todas ellas con una energía espeluznante: representaban hombres huyendo de un ser misterioso que les perseguía. Unos corriendo para salvar sus vidas y otros haciéndose un ovillo en el suelo mientras esperaban su destino... Cada estatuilla de madera contaba una historia de terror diferente. Y estaba segura de que cada una de ellas representaba a cada hombre desaparecido del campamento.

Escuché el grito de un hombre fuera de mi tienda. Giré la cabeza, asustada, y agucé mi oído:

—¡Por favor, mi señor!¡No deseo hacer guardia esta noche!¡Soy demasiado joven para morir! —Era la voz de un chico joven. Tal vez de mi edad o quizás menor. Al final le escuché romper en el llanto.

—Todos los hombres por votación decidimos que lo más justo es que todos pasemos por las guardias nocturnas. Estarás con tu dúo y habrán dos grupos en cada punto cardinal. No te pasará nada, soldado.

—¡Miente!¡Cada noche muere al menos uno! ¿A qué estáis esperando Briccio?¿A qué muramos todos?

Caminé hacia la entrada de mi tienda y abrí sigilosamente un poco la tela que me impedía ver el exterior. El chico que lloraba estaba de rodillas enfrente de Briccio y otros hombres alrededor con un aire amenazador. Uno de los soldados más fieles al rey fue a actuar, hasta que Briccio posó la mano en su hombro y frenó su iniciativa.

—Las órdenes de nuestro rey son claras, debemos permanecer en este lado del bosque hasta que la estación lluviosa termine y el túnel vuelva a dejarnos paso a Holz. Además, no sabemos a qué situación nos enfrentaríamos al otro lado, probablemente luchar contra un posible motín. Debéis ser pacientes.

—Faltan meses para que pase la estación lluviosa, además no sabemos si puede atrasarse la siguiente estación. ¿Y si se nos acaban los víveres? —preguntó uno de los hombres con más serenidad que sus compañeros.

—Debería preocuparos más por si nos quedamos antes sin hombres —dijo una voz a la lejanía.

Distinguí la figura de Darren cuando estuvo suficientemente cerca de la fogata donde se encontraban todos.

—¿Desde cuándo los escuderos pueden hablar sin el permiso de su amo? —dijo el hombre con aire más furioso.

—Desde que cruzamos el muro y todos nos volvimos iguales. —Darren miró a Briccio—. Sé que en su posición debe mostrar externamente una tranquilidad falsa para evitar el pánico colectivo, pero debe empezar a ser sincero y realista, Briccio. Debemos pasar en este campamento en torno a setenta y cientoveinte días con tan solo cincuenta hombres. Si cada noche pierde a un hombre... Mis cálculos indican que la princesa quedará sola antes de que termine las lluvias.

El cabeza de todos aquellos hombres se quedó callado. Impasible. Supuse que quedó sin un argumento más fuerte que el del escudero.

—¿Y qué propones entonces? —preguntó de repente Briccio, sembrando sorpresa en todos los presentes.

Poder y justicia. Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora