La fiebre no me permitió dormir aquella noche. Tampoco el miedo a morir. Dasyra permanecía despierta a mi lado. Las ojeras ya eran notables en su bronceada piel y tenía el ceño fruncido. Permanecía en silencio a pesar de lo mucho que le gustaba hablar y distraerme con sus mil anécdotas. Estaba preocupada. Su mirada era como un libro abierto. Podía leer cada uno de los sentimientos que sentía y los pensamientos que llegaban a su mente.
La tormenta nos acompañó en aquella triste noche. Ambas rezamos para que sobreviviera hasta el alba.
Cuando los primeros rayos del sol alumbraron la alcoba, alguien tocó la puerta. Era la mestiza. Helia y Dasyra comenzaron a hablar en un dialecto que no conseguía entender. Mientras, acaricié la pequeña venda que tenía alrededor de uno de mis dedos, donde me mordió su rata. En parte me aliviaba sentir dolor, no como ocurriría con mis piernas.
Entonces escuché la voz de una mujer que no supe identificar. Una anciana cruzó el umbral de la puerta. Era como ver a una Dasyra entrada en años. Su tez era más oscura, sus ojos de un azul casi celestial y su melena rizada y blanca descansaba en uno de sus hombros entrelazada en una trenza. Nuestras miradas se cruzaron y pude sentir una especie de chispazo en mi pecho.
Intenté sentarme pero Dasyra insistió que siguiera tumbada. Agradeció a Helia el acompañar a su abuela hasta la habitación y la mestiza abandonó el lugar. La anciana se sentó en el filo de la cama y me miró de nuevo a los ojos, mientras Dasyra nos observaba de pie.
—Mi nombre es Ilyana Lovaris, curandera y sanadora de Versalia. Es un placer conocerla princesa Melania —se presentó con un perfecto galo. Tenía un acento que no supe identificar.
—El placer es mío.
—Nuestro señor ha permitido mi estancia en palacio hasta que se recupere, princesa. Creo que mi nieta se lo comunicó.
—Siento que se me está escapando la vida minuto a minuto —pronuncié con un hilo de voz. Noté que Dasyra sollozó durante unos segundos.
—Por eso estoy aquí, princesa. Mi labor va ser volverla a hacer andar. —La mujer mantuvo la calma a diferencia de la joven fae—. Con su permiso, voy revisar su cuerpo.
Asentí. Se puso de pie y entonces apartó las sabanas que me tapaban para observar mis piernas. Ilyana mantuvo la mirada y las recorrió con paciencia. Su expresión era seria y cuando pensé que iba a mirar a su nieta a modo de crítica silenciosa, me volvió a mirar a los ojos. Sostuve la mirada para conseguir descifrar algo en ella. Eran los mismos ojos que los de Dasyra. Un libro totalmente abierto que me permitía leer lo que ocurría dentro. Y algo no iba bien.
—Dasyra, ¿que tratamiento le has estado proporcionando a nuestra señora?
Se mantuvieron hablando galo, me imaginé para que entendiera todo y no me asustase. Dasyra le explicó los mismos procedimientos que me había comentado así semanas atrás. Entonces la anciana suspiró y me volvió a mirar.
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Poder y justicia. Libro 1
FantasyMemorias del continente. Libro 1. Dos hermanas. Un rey. Dos bandos. Una única verdad. *** Cielo y tierra moverá, únicamente por ella. Sangre y dolor derramará, solamente para escapar. Dos hermanas separadas. Dos historias unidas por un único víncul...