Tras la primera reunión con El Errante pasamos dos días completos descansando hasta obtener nueva información. Decidí hacer caso a su consejo y enfocarme en reponer fuerzas. No obstante, no podía dejar de pensar en Lucrecia desde aquel día.
La segunda noche que me bañé en las aguas termales estaba totalmente sola. Al parecer, era una zona común que estaba prohibida visitar por las noches, pero por mi situación El Errante había permitido hacer una excepción conmigo.
Dejé que mi cuerpo flotara, alejándome de la orilla y llegando al otro extremo. El estanque de agua caliente llegaba a un límite de un mirador que dejaba ver parte de los bosques que teníamos bajo nuestros pies. Una de las cascadas del monasterio invadía el lugar con su majestuoso sonido. Sumado a los grillos y a los animales nocturnos que aullaban a lo lejos creaban un ambiente perfecto para relajarse.
El agua y la tierra.
La vida.
Mi poder.
Miré mis manos y recordé la sensación de todas las gotas de lluvia pausándose a mi alrededor en el bosque. Mi cuerpo y mente se extendieron durante unos segundos. Como si cada gota formase parte de mí.
Me hundí y abrí los ojos bajo el agua.
Todo permanecía en silencio.
Me concentré en la profundidad de mi cuerpo desnudo dejándose llevar por la calidez de las termas. Fijé mi vista en los mechones largos de mi pelo rojizo formando lineas curvas y vivas sobre el agua, meciéndose con paciencia. Miré mis manos y mis dedos, rugosos por el tiempo en el que llevaba dentro del agua, y me sentí como en casa.
Sentí el ardor de mis pulmones y lo prologué varios segundos más.
Lo disfruté.
Me recordaba que había conseguido sobrevivir.
¿Cuánto llevaba bajo el agua?¿Acaso importaba?
Allí dentro me sentí más viva que nunca.
Me prometí que me convertiría en una reina fuerte. Que llegaría a entender mi nuevo poder y que repartiría toda la justicia que mi pueblo se merecía.
Ya no había más espacio para El Gran Poderoso.
Ya no había más espacio para dudar.
Nunca más me dejaría bloquear por el miedo.
Después de aquellos días de descaso, El Errante volvió a convocarnos y, para nuestra sorpresa, Ivo El Cazador nos acompañaba.
—¿Qué hace él aquí? —cuestionó Briccio, irritado.
—A mí tampoco me agrada ver tu cara peluda, pero aquí estamos —dijo el joven de tez negra sin tapujos.
Nadie le corrigió y cuando Briccio pareció que iba a saltar con otra respuesta, El Errante llegó a nuestra posición. Nos sonrió a todos. En ese momento Darren y yo nos miramos, ambos llenos de las mismas dudas.
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Poder y justicia. Libro 1
FantastikMemorias del continente. Libro 1. Dos hermanas. Un rey. Dos bandos. Una única verdad. *** Cielo y tierra moverá, únicamente por ella. Sangre y dolor derramará, solamente para escapar. Dos hermanas separadas. Dos historias unidas por un único víncul...