The Other Man | Luzuplay

Capítulo I

Siempre tiene tiempo para ti. Descansas tu cabeza entre sus piernas. Te acaricia el cabello con mucha lentitud, no te cuenta como estuvo su día o qué cosas le perturban de la soledad. Se sienta, te cobija entre sus brazos, sus dedos se enredan entre tus cabellos y tus ojos comienzan a cerrarse con parsimonia. Nada ni nadie puede sacarte de su trance.

Sientes que te vas con el tacto, no tienes que preocuparte por nadie, no tienes que pensar en nadie más que en ti mismo, ni siquiera en él, en el que te acaricia. Sabes que no tienes nada de qué preocuparte a su lado. Tan tranquilo, tan en paz. Tan lleno de ti.

Te pregunta cómo está tu día, te deja desahogarte en el mar de tus penas. Es tu mano ayuda, tu segundo al mano. Confiarías lo que sea entre sus manos, sabes que siempre estará ahí cuando sea que le necesites.

No necesitas que diga nada, te entiende con solo verte. No necesitas decirle nada, sabes que con la mirada le dices todo. Tiene tanto tiempo y tiene tanto que darte y tanto que probarte. Él es diferente, ¿no?

Tiene esa chispa, tiene ese "no sé qué" que te provoca. Descansas en sus pensamientos, te relajas en sus sentimientos. Nunca es impredecible, siempre cambiante, siempre tan joven. Siempre él.

Tan dulce de palabras, tan dulce de labios, te dejas encantar como marinero por el canto de una sirena. Es tu perdición y tu salvación, lo ves diferente. ¿Soy yo o en realidad lo amas? Tus palabras acabarán por ahogarte. No por el peso de ellas, sino por la acumulación entre tus cuerdas vocales.

Seguro, le pasas los brazos por su cintura, lo apegas a ti entre tus brazos y no sueltas tu agarre. Se debe sentir dichoso, único, sublime, adorado... como estar en el cielo, una y otra vez mientras dice tu nombre y de esa forma te sientes mejor.

Nunca le verás un cabello mal acomodado, siempre impoluto, siempre arreglado. Pareciera que nada le perturba, siempre sereno. Tan tranquilo. Su vista te proyecta paz, te proyecto amor, te proyecta todo aquello... diferente.