Capítulo 5

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Abrí otra ventanilla, la entrada estaba llena de plantas, fuentes de agua y coloridas flores. El carruaje se detuvo, la puerta se abrió dando un tremendo rayo de sol entrando al transporte.

Salí, el castillo era mucho más grande de lo que pensaba, múltiples torres con pararrayos en la cúspide del techo, detalles elegantes que también podrían ser tétricas.

Me pasaron la maleta en la que llevaba mi ropa, las grandes puertas se abrieron mostrándome a la reina Índigo.

—Juliette, que bueno que hayas llegado, el viaje es muy largo del Carnaval hasta aquí, ven, pasa, no tengas miedo.

Entré, un pasillo lleno de estandartes con la bandera de Verona, velas y cuadros. Por cada pilar había un guardia con su armadura de plata.

La entrada era dramática, incluso, daba una perfecta entrada al salón del trono. Una música se oía, vi a un grupo vestidos de color lila, tenían instrumentos de cuerda, pero, nunca había visto esos instrumentos.

Un ventanal de colores se divisaba detrás de los tronos del rey y de la reina, tenían el escudo se la familia real, un cisne con una corona en su cabeza. Muchos sirvientes que llegaron se acercaron y me tomaron las maletas que tenia en mis manos.

—Pero, ¿Qué hacen?

—Están dejando tus valijas en tu alcoba, en la cual, Genesis lo escogió. —dijo la reina.

El rey Alfonso VI apareció junto a un chico que estaba comiendo una manzana. El chico vestía de un pantalón café oscuro y una camisa holgada de color mantequilla, botas que le llegan debajo de la rodilla, castaño con el pelo ondulado, veía que tenía los ojos café claro, en su pecho tenia una parte de una armadura, posiblemente es aspirante a guardia real, en su cintura tenia algo de cuero, me pregunto que era.

Era alto, pecoso, pero parecía débil.

—Señorita Capuleto, este es Romeo Montegue, será su guardia por este día, y además, le dará un recorrido por el castillo. —señaló al joven que mordió su manzana.

Lo miré de reojo, lo miré bien, ¿El?

—Bueno, —el rey miró a la reina— querida, debemos irnos.

Los dos se fueron dejándome sola con Romeo. El miraba hacia la nada, parecía que no le interesaba nada.

—Una pregunta, ¿Que es lo que tienes en esa cosa de cuero?

—Uh, ¿Esto? —señaló el objeto cubierto de cuero.

—Mhm.

—Es una daga. —sacó el objeto, era exactamente una daga, pero no era cualquiera, la hoja tenía puntas en sus lados, que parecía tallo de una rosa, y en la punta de la hoja estaba pintado de rojo escarlata, posiblemente la daga estaba inspirado en una rosa— Es un regalo de una chica que conozco, se llama Rosalin, me dijo que mandó a hacer esta daga similar a una rosa como su nombre, Rosalin...

Intente acercarme más para ver bien la daga, pero Romeo la guardo rápidamente. Me miró con nervios.

—Esto es valioso, y además es una daga muy peligrosa por su forma de matar. —se giró para empezar a caminar.

Yo apresuré mi caminata hacia el, me guío hacia unos jardines de coloridas flores, hortensias, girasoles, orquídeas, rosas de colores, y estatuas de ángeles. Arcos con lianas, pilares grecorromanos, y una fuente que pareciera que tiraba diamantes.

Nos sentamos en un banco para mirar unos pájaros.

—Los colibríes son un amor aquí. —dice sarcástico.

—¿Por qué lo dices así?, sarcásticamente, digo.

—Ellos hacen sus travesuras por doquier, no sabes cuantas veces los sirvientes quitaron popo de colibrí.

Me reí.

—Posiblemente quieren jugar.

—El mundo no es de juego.

—Pero el tiempo si lo es, mi padre siempre decía cosas similares a esas frases, pero el mundo no es para siempre, el reloj marca, tic, tac, tic, tac, el descanso, el juego y la niñez es algo que ahora se perdió en este mundo de adultos.

—¿Y tú qué sabes de este mundo?

—No sé mucho, pero sé que es cruel, materialista, es un mundo corrompido donde quieren poder, pero no saben manejarlo.

—¿Y qué tiene que ver los adultos con un mundo cruel?

—Ellos lo hicieron así, modificaron la sociedad como si se tratase de una masa de bollos.

Sonrió.

—Buena respuesta. —sacó una manzana verde de su bolsillo— ¿Quieres?

—No gracias, no tengo tanto apetito.

—Bueno, más para mi. —dio un gran mordisco a la manzana que parecía esmeralda por el brillo que daba el sol.

Nos levantamos de la banca, un colibrí se acercó hacia mi, puse mi dedo para que dejase de volar y se quede parado en mi dedo, lo acerqué y le acaricié. Preparó sus alas y se fue volando.

Entramos de nuevo al castillo, me enseñó el comedor, el salón de baile, una pequeña bibliotecas y ahora nos íbamos a lo que iba a ser mi alcoba. Hablábamos de la naturaleza, o mas bien, Romeo me estaba hablando.

—Es broma, no puede ser que no hayas visto a un zorro. —el me estaba hablando de animales y mencionó a un animal llamado "zorro".

—No, estuve encerrada en un carnaval desde los cuatro años.

—¿Con rejas?

—Incluso parecía una mazmorra, pero, ¡En el exterior!

—Algún día traeré al zorro que ayudé y te lo mostraré para que lo veas.

—Eso espero... —sonreí al imaginarme acariciándome a tal animal.

—Aquí es.

Llegamos a una puerta que a sus lados estaban el estandarte de la bandera de la familia real, me abrió la puerta y la alcoba era de paredes y piso de piedra, pero el techo tenía como una pintura que tenía detalles plateados.

—Por cierto, lindo mechón blanco.

—¿De qué hablas? —lo miré atónita.

—Si mira, —se acercó y tomó un mechón que, exactamente era blanco— lindo mechón blanco, te queda con tu pelo acaramelado. —soltó el mechón— Bueno, creo que es hora de irme a donde mi padre, nos vemos, Julibrí.

Sonreí ante tal apodo que combinó mi nombre con la palabra colibrí.

Cerró la puerta y me fui corriendo hacia el espejo más cercano. Lo encontré. Vi mi vestido lila con bordados de lavandas, mi cabello acaramelado recogido en una toca de mariposa lavanda y ahí se veía perfectamente el mechón blanco.

—Ay no...

Desordené el peinado que tenía y tomé todo el mechón blanco.

—Me estoy convirtiendo en vieja.

Reí nerviosa ante tal comentario que dije, intentando no desmayarme ahí mismo. Debe ser algo que está pasando en mi cuerpo, porque que en la mañana me vi en el espejo y estaba todo mi pelo normal, pero ahora, está este mechón.

Miré desconcertada hacia la nada.

¿Qué me está pasando?

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