Capítulo 6. Una pequeña esperanza.

872 92 27
                                    

La estadía dentro de las mazmorras del castillo infinito se me comenzó a hacer eterna y eso que no había pasado un mes o eso creía, no tenía contacto con nadie, ni siquiera Muzan me venía a ver aunque fuera solo a decirme de lo que me iba a morir, no había comido en días pero gracias a que reservé mucha energía de las víctimas que consumí eso me ayudó a mantenerme cuerdo y con fuerza.

Pero mi preocupación por Kotoha y mi hija no decrecia, todavía podía sentir la presencia de mi mujer aislada en las habitaciones principales, Muzan todavía no había acabado con ella y muy probablemente sea porque quiere ver si mi hija es inmune al sol; con ella tampoco sabía que estaba haciendo, quizás algún experimento, tomando pruebas de sangre, midiendo su capacidad de demonio o quizás ya la había expuesto al sol. De solo pensar en eso me hacía arder en rabia y nuevamente intentaba quitarme las ataduras que tenían mis muñecas.

Ataduras que eran hechas con la misma carne de Muzan y que solo se ajustaban más y más a mí carne para hacerme sangrar, por más que gritaba nadie iba a mi llamado, en muchas oportunidades pensé que esto iba a ser el fin de todo, de mí, de la familia que había logrado conseguir y que ahora se esfumaba, solo por no ser iguales y tener un enemigo mayor. En medio de mi frustración me quedé con los ojos cerrados, intentando analizar alguna manera de como zafarme de esto, en ese momento sentí una presencia tan escalofriante y sádica que estaba cerca de mí, al abrir los ojos me encontré con Muzan cara a cara y de nuevo estalle en furia.

- ¡Maldito! Cuando te atrapé ya verás como te mato yo mismo -. Dije sin pensarlo, de solo ver si cara me sentía tan asqueado, él me miró con la misma mirada de siempre.

- Douma, Douma y pensar que eras de mis favoritos pero una humana te vino a lavar el cerebro, hubiera sido más fácil si la devorabas -. Me habló y en ese momento las cadenas de carne que me sujetaban de muñecas y pies se movieron para hacer que me cubrieran la boca y no poder responder, mientras lo miraba con todo el odio que podía sentir.

- Pero sabes, antes de que me sigas insultando, vengo a decirte que en estos días pondremos a tu querida hija bajo el sol, su anatomía parece ser distinta a nosotros y de esa manera quizás pueda sobrevivir o no, ojalá la pudieras ver pero como no será así te vas a morir de hambre aquí y quizás en unas semanas más se te una tu amada humana, depende de cómo se comporte-. Aquellas palabras me hicieron todavía enfurecer más, quería matarlo y comerme su carne pero no pude más que emitir unos sonidos de gritos contenidos, él se retiró y las ataduras de mi boca también se quitaron, solo permanecieron las demás, realmente necesitaba un milagro para salir de ahí con ellas a mi lado.

Para la noche de aquel día volví a despertar tras quedarme dormido, escuché como el castillo estaba cambiando bastante eso solamente pasaba cuando el lugar estaba siendo atacado y justamente era eso, quizás los cazadores de demonios habían logrado dar con Muzan. Mientras hacía conjeturas sobre que era lo que pasaba, de repente alcé la mirada y ahí estaba Kotoha, tenía la ropa rasgada con la que fue raptada y varias marcas en la cara, brazos y piernas probablemente producto de la tortura que recibió. ¿Pero qué hacía ahí? ¿Cómo escapó?

- ¡Douma, Douma! -. Ella me gritaba detrás de los barrotes de la celda, simplemente no respondí no sabía que estaba pasando hasta que ví a Tamayo quién llevaba a mi hija consigo.

- Venimos a rescatarte, no te preocupes-. Dijo Tamayo quién con su sangre hizo quemar las ataduras que me tenían preso, caí al suelo y no tardé en salir de esa celda e ir inmediatamente a abrazar a mi mujer y después ir a ver a mi hija.

- ¿Cómo has logrado entrar aquí? -. Pregunté aún incrédulo por la situación.

- Los cazadores vinieron a atacar éste lugar y les dije que iba a rescatar a una humana que tenían presa, lo siento Douma, tuve que decir lo que tú y Kotoha han hecho y aunque a los pilares no les agradó en nada, accedieron a qué hiciera ésto, así que tenemos que irnos ya-. Tamayo explico aquello y por un momento no me agradó la idea, pero no dije nada y la seguimos hasta la salida de aquel castillo mientras todos estaban combatiendo.

Más allá de la sed de sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora