Capítulo 10. El liris azul.

775 76 16
                                    

En el momento en que Reiko e Inosuke había llegado a casa, Kotoha les había recibido con mucha alegría de verlos, al parecer se habían ido por bastante tiempo y ella no los había visto desde entonces y a pesar que sabía que eran unos jóvenes que se habían dedicado al entrenamiento de los cazadores de demonios, aquello no implicaba que se preocupara como madre que era.

Para ese momento me quedé sentado en la mesa observando a ambos entrar y abrazar a su madre, sobretodo Reiko que era la más apegada a ella, Inosuke seguía siendo igual que cuando lo conocí, todavía las muestras de afecto se le complicaban pero aquello no significaba que no estuviera contento con ver de nuevo a su madre y estar con ella después de años sin conocerla.

- Reiko, ¿Encontraron la flor? -. Preguntó Kotoha al ver que ambos traían consigo una especie de caja como la que llegaba a usar para guardar objetos especiales, ambos jóvenes se miraron y asintieron a la pregunta de su madre.

- Sí, pero no como tú piensas madre, verás tuvimos que buscar el antiguo laboratorio de Tamayo y allí encontramos a uno de los demonios que ella creó, alguien que después de convencerlo de que nos ayudará accedió a fabricar algo para revertir esta maldición de padre, esperemos que lo que haya preparado sea suficiente -. Reiko estaba dando aquella explicación con calma sacando la caja para acercarse hasta la mesa donde yo me encontraba, allí dejó aquello mientras me miraba algo desconcertada.

- Si se trata del aprendiz de Tamayo entonces puedo confiar en él -. Respondí con algo de valentía en mis palabras, de igual manera sentía que toda posibilidad sería buena a apesar de no tener buen pronóstico.

- Confiemos en ella y en este chico-. Dijo Kotoha mientras se acercaba conmigo y abría aquella caja con calma, para mí sorpresa esperaba que aquello fuera un puñado de flores de lis azules o la flor de araña que estaba buscando tanto Muzan, pero en cambio encontré algo que realmente no me esperaba, era un pequeño frasco con el contenido de algo viscoso dentro y de color azul con rojo, una mezcla que no se combinaban los colores y que lucía bastante extraña.

Inosuke que parecía no querer interactuar se acercó para también observar aquel frasco ya que cuando estuvieron ellos con aquel aprendiz él no había presenciado aquella creación de la que Reiko si lo había hecho. En cambio yo podía sentir una extraña sensación de aquel brebaje preparado que no podía explicar, era como si toda mi humanidad estuviera concentrada en aquel, así que sin pensarlo lo tomé para destapar este y así beberlo por completo, no sabía si aquello solo debía de ser un trago o no, no le había dado tiempo a mi hija de explicarme aquello, solo sentí la necesidad de tomarlo y recuperar algo que ya había perdido hace muchos años.

La poción no tardó en comenzar a hacer efecto, podía sentir como todo se me revolvía por dentro, algo después me comenzó a quemar haciendo que me quejara por mucho que me pudiera aguantar, tanto así que acabé contra el piso del mismo dolor, no podía hablar de lo mismo y Kotoha preocupada me sostenía observandome con terror al igual que Reiko, pero el tormento de aquella poción no pasaba y yo podía sentir como mis poderes se iban de a poco, la fuerza acumulada en mí ya no estaba y tras algunos minutos finalmente el dolor se detuvo.

Observé a mi mujer al borde del llanto con mis ojos de arcoiris, aquello no cambió, siempre había tenido aquel tono peculiar en los ojos que incluso mi hija había heredado, pero el resto de mi cuerpo se volvió diferente, la piel ya no la tenía pálida, había vuelto a ser normal, los dientes afilados se habían ido, las garras en las uñas igual, la fuerza y mi poder en mis manos ya no estaba, el cabello permaneció igual a su tonalidad pero yo ya era otro, alguien que había vuelto a nacer dentro del mundo de los humanos.

Y Kotoha me abrazó, emocionada y feliz de mi transformación, Reiko se acercó y también lo hizo feliz de que aquel experimento había funcionado justo como en ella, mi hija después confesaría haberse sometido a esa prueba para quitarse su lado demoníaco y había sido un éxito por lo que aquello conmigo no debería de fallar. Inosuke también se acercó conmovido por el momento se dejó abrazar por todos, era un momento único de reencarnación de algo de lo que alguna vez fuí.

Los días que se esperaban que fueran prósperos debido a la paz que se había formado gracias a que Muzan ya no existía, todos los demonios que estaban a su servicio se presumía que se encontraban muertos ya, quizás el único caso que faltaba era el mío, pero aquello había quedado atrás, desafortunadamente las memorias de mi vida como demonio jamás se fueron, pude recordar todo lo que había hecho y la manera en que yo asesinaba, algo de lo que no me enorgullecía ahora, por curioso que fuera mis recuerdos como humano anterior a mi transformación todavía estaban, fue en ese momento cuando pude sentir algo de tristeza y pena por la muerte de mis padres, sentimientos que en su momento jamás pude sentir.

Gracias al amor de Kotoha todo en mi había cambiado, era una persona nueva y me pude quedar con mi familia en aquella cabaña que nos dedicamos a reconstruir y adornar a nuestros gustos, los cazadores de demonios tuvieron que fingir que yo ya no existía para ellos, ya que algunos todavía tenían rencor hacia mi por a quienes mate en su momento, pero el líder de aquella organización fue benevolente conmigo y me dejó estar con quiénes yo quería.

Mis hijos finalmente podían vivir una vida normal, aunque sé que les costó bastante, por parte de Inosuke sobretodo ya que este todavía no se acostumbraba al hecho de ya no haber demonios con quién pelear, algo que se traducía a qué su espíritu de lucha seguía presente, pero para ello Kotoha había intervenido bastante bien para hacer que este fuera un joven ya normal y no un espadachín entrenando a cada momento, durante un tiempo se mantuvo en guardia ciertas cosas con los cazadores de demonios por si de alguna manera regresaba Muzan, pero conforme los meses pasaron aquella amenaza jamás llegó así que cada cazador poco a poco fueron retomando su vida normal.

La vida de nosotros poco a poco se fue dando de forma más amena, Inosuke aceptó de a poco mi presencia junto a su madre y Reiko crecía cómo una joven feliz llena de deseos de poder ser algo más que una cazadora y espadachín de primera, al siguiente año nos recibió la noticia de que Kotoha estaba esperando otro hijo mío, dando a nacer a Yokai, un pequeño con las mismas facciones que su madre pero nuevamente habían heredado mis ojos, algo que a ella le encantaba ya que decía que era su arcoiris preferido.

Yo era demasiado feliz con mi nueva familia y de ver cómo crecían, lo que nunca pensé que llegara a necesitar ahora lo tenía y me encantaba ese amor incondicional que Kotoha siempre me daba, pasaron los años e Inosuke contrajo matrimonio con una antigua miembro de los cazadores de demonios, así como Reiko se había casado con un importante cazador, ambos se fueron a vivir a sus respectivas casas, nosotros nos habíamos quedado con nuestros otros dos pequeños que llegaron poco después, a quienes todavía nos quedaba por educar y sacar adelante así como a sus demás hermanos.

Vivíamos una época feliz, los demonios no volvieron más, pude ver y criar a cada pequeño y pequeña que tuve con el amor de mi vida y nuevamente aquella sensación que siempre me hizo sentir Kotoha, más allá de mi propia sed de sangre, es algo que le agradezco mucho desde el momento en que llegó a mi templo hace mucho tiempo, gracias a ella pude disfrutar realmente de esta vida que antes despreciaba.

Más allá de la sed de sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora