Harry maldijo mientras corría por los pasillos de Hogwarts. Llegaba tarde, y el toque de queda había sido hace una hora. Sin embargo, ahí estaba, corriendo por los pasillos por un estúpido asunto de los Campeones, como siempre, se había olvidado de que sólo era de Cuarto año y como tal tenía un toque de queda más temprano que los de 17 y 18 años que participaban en este evento.
También odiaba el hecho de tener que cuidarse, siempre, no era que la gente le fuera útil. Asumían tantas cosas, que se estaba cansando de ello.
Se estaba cansando de la forma en que actuaban a su alrededor, de la forma en que lo trataban y de la forma en que la gente estaba de su lado un día y en contra de él al siguiente.
Maldiciendo mientras la escalera se movía en el último momento, quiso gritar. Si un profesor le encontraba ahora mismo, iba a estar castigado hasta después de la primera tarea (que era lo último que necesitaba ahora mismo).
Sin embargo, cuando la escalera se detuvo, pudo ver a un grupo de años mayores de pie sobre alguien más pequeño que él. No pudo ver de quién se trataba, pero el gemido que provenía de ellos era algo que nunca quiso escuchar. Los recuerdos de los Dursley eran más que suficientes para demostrarle que lo que fuera que estaba ocurriendo allí era suficiente para que se le levantaran los pelos de punta.
-¿No deberías meterte con alguien de tu tamaño?-.
Cuando el de delante se giró, Harry tuvo que poner los ojos en blanco Cormac McLaggan -(el matón e idiota residente)-, que parecía pensar que todo el mundo estaba por debajo de él. Lo único bueno de todo esto era que, por alguna razón, el hombre lo respetaba (aunque fuera por poco) y estaba más que dispuesto a hacerse a un lado.
-Ah Potter, debería haberte invitado. ¿Vas a terminar esto?-.
Sin saber a qué estaba accediendo, Harry asintió, aunque sólo fuera para asegurarse de que la persona a la que se dirigían estaba a salvo de esos gamberros.
Mientras se alejaban, riendo a carcajadas todo el camino hasta la portería, Harry se apresuró a avanzar, jadeando ante la visión que le recibió. El pelo rubio que reconocía por todas partes, así como el forro verde y la serpiente de la túnica fue suficiente para decirle que era Draco Malfoy el que estaba aquí, frente a él, inconsciente, y ensangrentado.
-¿Qué demonios?-.
Con el labio entre los dientes, intentaba decidir qué debía hacer. No podía dejar a Draco aquí, no cuando había una posibilidad real de que se desangrara (había mucha sangre). No sólo eso, sino que no quería pensar en lo que le había pasado al rubio para ponerlo en ese estado.
Necesitaba ayuda, y el único en el que podía pensar que realmente le ayudaría (aunque fuera con el ceño fruncido) y que estaría más que dispuesto a saltar por Draco, era Snape.
Sacando su varita, invocó a Prongs, susurrándole al ciervo lo que había visto pasar y que por favor llegara cuanto antes. Que esperaría, así que si esto era un engaño, el profesor de pociones lo pillaría fuera de la cama.
Dejando que Prongs se marchara, Harry se deslizó junto a Draco, acariciando el pecho del rubio y sintiéndose aliviado cuando éste no se apartó ni dio ninguna otra señal externa de que se hubiera hecho daño en las costillas.
Cuando retiró las manos, había sangre en él, lo que le hizo preocuparse aún más.
Unos pasos apresurados le hicieron levantar la vista, nunca tan aliviado de ver a Severus Snape corriendo hacia él. La sonrisa de desprecio en su rostro se centró en él, antes de mirar a Draco y palidecer.
-¿Qué ha pasado?-.
Harry negó con la cabeza -No lo sé, había un estúpido torneo y se me hizo tarde. Las escaleras cambiaron en el último momento y me encontré con varios de los Gryffindors mayores de pie sobre un formulario en la oscuridad aquí.
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THE CONTRACT
FanfictionAl encontrar los amigos más improbables durante su cuarto año, Harry tuvo la oportunidad de desarrollar su verdadero yo. Para asegurarse de que era más que capaz de ser él mismo, y no lo que esperaban de él. Cuando se presentó la oportunidad de segu...