CAPÍTULO 7 RESET

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DEBAJO DE MI PIEL

CAPÍTULO 7: RESET

Despertó jadeante, entre sollozos que se atoraban en su garganta y lágrimas de pánico. Cuando quiso respirar fue como si una ola de fuego entrase en su sistema, obtenía aire pero su cuerpo no sentía el oxígeno. Era como asfixiarse en medio de su propio miedo.

No había sido una pesadilla, ni de lejos, los sueños no tenían tales magnitudes. Ese miedo, ese jodido temblor en sus rodillas, provino de una horrible corazonada.

Como pudo se levantó de la cama, con los nervios a flor de piel y la intriga a niveles desbordantes. Su corazón golpeó su pecho con fuerza, como si odiase aquel conjunto de cartílago y huesos, si un moretón hubiese aparecido, no habría sido una sorpresa.

Con esa voluntad sacada de debajo de las piedras que le caracterizaba, frenó el estúpido temblor de sus extremidades. En su fuero interno ardía el deseo de que aquella mierda fuese solo producto de su paranoia. Sin embargo, mentirse así misma jamás dio resultados, al menos no positivos.

Aun jadeando colocó una mano en la pared. -Joder-. El temor daba indicios de querer irse, luego punzaba de nuevo, despiadado y sádico. -¡Joder!-. Mínimamente, el que maldijese significó que consiguió respirar.

La cama estaba vacía.

De reojo observó una nota en la mesita de noche: "Salí a caminar, vuelvo pronto."

Vaya, se quedó sola justamente unos minutos antes de que despertarse. Eso era suerte, aunque era difícil saber si buena o mala.

Agradeció internamente el hecho de que Shizuru no le viese en ese deplorable estado; la noche anterior la castaña hubo batallado demasiado para conciliar el sueño, se revolvió entre las sabanas hasta que el calor de Natsuki consiguió cerrase los parpados.

Sin embargo, el agradecimiento duró muy poco. Abrió los ojos con un presentimiento aún peor que el culpable de despertarle. Como en tantas madrugadas anteriores, acudió al balcón guiada por su paranoia. Tuvo que aferrarse al barandal antes de que se le fuese el equilibrio. No obstante, lo que perdió fue el aliento.

Ahí, en ese maldito sitio al lado de la luna, brillaba la estrella Hime. -No...-. Estrujó el barandal antes de soltarse y golpearlo. -¡NO!-. Verle en pesadillas y en vivo eran cosas completamente distintas.

Ejerció tal presión en su mandíbula que sus dientes hicieron sangrar sus encías. Con odio fijó la mirada en sus palmas abiertas. Por cinco segundos, parpadeantes, aparecieron sus pistolas.

-¡MALDICIÓN!-.

Eso no era una pesadilla.

La presión le hizo ignorar algunos detalles básicos.

Su mente pensaba aceleradamente sin detenerse a razonar con la cabeza fría.

Corrió hacia la habitación y se vistió a una velocidad desconocida mientras emitía gruñidos de impaciencia junto a respiros descontrolados.

Ya no sentía sofocarse, era ella quien sofocaba al aire.

Enojada, tomó las llaves de su vehículo.

Debía encontrar a Shizuru.

Era de madrugada, por lo cual nadie vio su demencial descenso por los escalones del edificio, con pasos tan pesados que contradecían la prisa de sus piernas. Ingresó a su garaje privado, prácticamente rompiendo la puerta en el proceso. Un solo pensamiento le dominaba y lo demás, lo demás lo mandó a la mierda.

De lejos, aparentó ser un jodido golpeador al cual su pareja había decidido abandonar. Cualquiera que viese la furia de sus ojos habría dicho que llevaba unas cuantas drogas encima. Nadie pudo tener ni puta idea. Los sentimientos de la oji-verde eran igual o más intensos que esas sustancias tan destructivas.

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