A veces las leyendas son las verdades que los demás no se atreven a aceptar.
Win ha pasado toda su vida en un pequeño pueblo junto a su padre, las leyendas de vampiros y licántropos siempre han tenido mucho peso en su cultura, pero nunca ha visto a...
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Cansado de dar vueltas en la cama tratando de dar caza a un sueño que se le escapaba, se levantó cuando el amanecer iba tejiendo luces que no llegaban a traspasar las ventanas.
Apenas había logrado dormir unas horas por el malestar en el estómago y el solo hecho de pensar ingerir algo notaba una punzada de angustia.
Lo único que pudo aceptar su cuerpo fue un vaso de agua fría, pensó que en el tiempo que llevaba allí casi no comía y bebía más café que de costumbre. Se miró el abdomen pensando que pronto empezaría a adelgazar, pero se percató de que aunque estaba más plano también estaba más definido.
Aún faltaba una hora para que el señor Vachirawit apareciera por la cocina para reclutarle. Si en algún instante llegaba a huir sería por el aburrimiento de vivir en esa casa.
Se encontraba sentado en una silla de la cocina pensando en qué hacer en las horas que tenía libre cuando escuchó su voz en un tono suave y casi musical.
-Buenos días ¿no desayuna hoy?
-Buenos días -se giró levemente, al hacerlo el contrario borró su sonrisa dando un paso hacia él manteniendo la distancia.
-Está un poco pálido ¿se encuentra bien?
-No he dormido bien.
-¿El café le ha abandonado?
-Creo que fue una indigestión, empecé a sentirme mal cuando salí al jardín, por cierto ¿hay cobertura en algún rincón?
-Fuera de la propiedad, a varios metros para ser exactos. Pero si lo que desea es llamar a su casa puede utilizar el teléfono, hay uno en la biblioteca.
-Gracias, puede descontarlo de mi sueldo.
-Ese servicio está incluido en el alquiler ¿bajamos?
-Claro.
Esta vez no tuvo que pintar ni moldear nada. El señor Vachirawit había terminado el otro muñeco adulto y tenían que vestirlo y añadir el pelo más los complementos. Supuso que estuvo trabajando toda la tarde y parte de la noche, pero no se atrevió a preguntar.
Vio como él le observó de reojo cuando ese pensamiento cruzó por su cabeza, pero cuando Win hizo el amago de mirarle retiró la vista.
Peinó la larga melena negra en silencio, después le colocó un colgante de plata, anillos y zapatos caros. Acabó con un sombrero negro elegante que tapaba parte de la frente. Win se echó hacia atrás contemplando aquel muñeco que le devolvía la mirada unos centímetros por debajo de su altura. Consultó la agenda, pero su jefe asintió posicionado tras el muñeco.
-Excelente, señor Opas-iamkajorn, no ha olvidado ningún detalle.