MEMORIAS DE UNA VIDA PASADA

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Capítulo 9


Se le ocurrió de último momento, justo cuando su plan principal falló, Pablo optó por aceptar la ayuda de Travis cuando vio salir a Héctor y Samantha del edificio para abordar un taxi, no podía seguirlos sin pasar desapercibido, en cambio Travis, si que podía hacerlo sin levantar sospechas. La Élite había sido muy clara con sus indicaciones y no tenían en lo absoluto ninguna fama de bromistas.

—Se dirigen al aeropuerto —dijo Travis por el teléfono, sentado en el asiento trasero del taxi en dónde seguía a Héctor y Sam —intentaré averiguar el destino —agregó tratando de ser eficiente —entiendo —respondió después de una breve pausa —te avisaré entonces cuando tenga mayor información —dijo después de una pausa más prolongada y cortó la llamada.

No sabía qué esperar de este viaje improvisado, el centro del país era un lugar al que jamás hubiera imaginado ir alguna vez, pero sin duda la curiosidad por conocer a esa persona que había mencionado Sam era inmensa y más aún si se trataba de aprender más sobre la espiritualidad.

Sam se ajustó los audífonos para ausentarse por completo en cuanto abordamos el avión y ocupamos nuestros lugares; reclinó el asiento y se dispuso a relajarse, yo hice lo mismo con el mío, cerré los ojos y relajé mi cuerpo.

—Viajemos de nuevo —escuché decir a Sam —esta vez no tan lejos.

—¿Cómo que de nuevo? —pregunté de inmediato sorprendido y con los ojos de par en par.

—Aumenta la calma y baja la voz —me ordenó Sam con una sonrisa sin siquiera mirarme —igual que la vez anterior, yo te voy a guiar, solo concéntrate en mi respiración y trata de imitarla.

La observé las primeras veces para entender el ritmo, ella comenzó a inhalar de manera lenta, casi pausada, conteniendo unos segundos la respiración y exhalando del mismo modo: lento y sin prisas para volver a comenzar.

—Debes guiar el aire hacia tus pulmones mientras inhalas —me dijo con los ojos cerrados para no perder la concentración —observa con atención y sígueme —ordenó.

Seguí sus indicaciones y, a pesar de que me costaba trabajo llevarle el ritmo, pronto dejé de escucharla y noté como mi cuerpo se había acostumbrado a hacerlo por si solo.

—Ahora evita pensar en nada —dijo Sam de pronto —no permitas que nada te perturbe o te distraiga, la meditación te ayuda a despejar la mente y relajar tu cuerpo, también puedes usar este espacio para cargar tu alma de energía, además de que ayuda bastante a mejorar la concentración.

Pronto el ejercicio se volvió una acción automática y sentí como mi cuerpo se relajaba, fui dejando de escuchar los sonidos del exterior de manera gradual para sumergirme en un enorme silencio.

La paz y la quietud que abundaban en ese lugar eran difíciles de explicar; era como estar en el espacio, flotando una vez más, pero sin dejar mi cuerpo. Solo mis sentidos estaban desconectados del mundo exterior y eso era magnífico; encontrarte contigo mismo es una experiencia extraordinaria.

—¡Regresa...!

Escuché decir a Sam en mi mente y, sorpresivamente una sensación similar a la de un balancín, me hizo regresar. Abrí los ojos despacio y pude ver qué la azafata ya daba las indicaciones para el aterrizaje.

En cuánto llegamos a la ciudad y salimos del aeropuerto, Sam se apresuró a tomar un taxi, el viaje había durado sólo tres horas, pero la diferencia de horario nos había consumido gran parte del día. Son aproximadamente tres horas de viaje (sin escalas) desde Baja California a CDMX, despegamos de Tijuana en punto de las diez de la mañana, por lo que deberíamos haber llegado cerca o poco más de la una de la tarde, sin embargo, debido a las dos horas de diferencia entre ambos lugares, llegamos a la capital poco después de las tres.

—Tenemos el tiempo contado para hacer lo que vinimos a hacer y encontrar a mi amigo en su lugar de trabajo —dijo Sam durante el trayecto a no sé dónde —la capital es un monstruo de ciudad en la que te perderías con facilidad.

Durante el trayecto, mi atención se centró en la hermosa ciudad de México.
Sus calles, su gente y su cultura, haciendo que ignorara la voz de Sam por breves momentos.

Debo volver me dije a mismo, con más tiempo y menos presión.

—¿Acaso estás escuchándome? —dijo Sam de pronto.

—Desde luego que sí —respondí desconcertado —sólo admiro el panorama de la ciudad.

—Es en serio —replicó molesta —necesito que te concentres en esto ¿de acuerdo?

—Por supuesto —respondí —estaré bien.

Llegamos al mercado «Sonora» justo al suroeste del centro histórico de la ciudad de México en la colonia Merced Balbuena.

Bajamos del taxi e inmediatamente Sam me tomó de la mano, justo en el momento en que otro vehículo se detenía detrás de nosotros, apeándose de este, un joven alto y delgado, con un ligero aire extranjero; parecía desorientado, a tal grado de olvidar pagar el taxi y reí para mis adentros imaginando que, quizá justo así me vería yo si hubiese venido sólo.

—No te separes por nada —dijo Sam con cierto temor en su tono de voz.

—Relájate —contesté —todo estará bien.

—Cuando tienes un nivel alto de percepción eres capaz de presentir o en ocasiones puedes tener visiones breves de ciertos eventos que ocurrirán en un lapso de tiempo indefinido y, precisamente acabo de tener una visión que, no me agrado en lo absoluto —decía impaciente.

Caminaba guiado de la mano de Sam, quién a pesar de la multitud, mantenía un ritmo acelerado, mientras que yo trataba de observar a detalle todo cuánto me era posible.
Los puestos eran variados, sin embargo, abundaban los artículos de bisutería; rosarios, imágenes, amuletos, flores y un sinfín de accesorios para la práctica de magia, negra o blanca.
Se podía encontrar fácilmente cualquier cosa que se utilizara para la santería, sin mencionar el fuerte aroma a incienso que reinaba en todo el lugar.

Después de tanto andar entre pasillos y gente que iba y venía, finalmente entramos en un lugar que no era tan vistoso, nada llamativo como el resto. Una cortina morada cubría la entrada y en el interior sólo había un espacio pequeño con tres sillas en el extremo derecho, del otro lado, una puerta de madera vieja.
Nos sentamos unos momentos y al cabo de unos minutos, aquella puerta comenzó a abrirse...

MEMORIA DE UNA VIDA PASADA Pausada Por EdicionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora