MEMORIAS DE UNA VIDA PASADA

74 28 55
                                    

Capitulo 10

Una anciana nos atendió con amabilidad, era de estatura muy baja, usaba un rebozo de color rojo que cubría parte de su cabellera gris y un vestido negro de seda.

-No es posible que los atiendan ahora -dijo de inmediato -la persona que buscan salió hace un rato -explicó la mujer con tono amable.

-¡Carajo...! -exclamó Sam chasqueando los dedos -justo lo que me temía.

-Pueden volver más tarde y quizá lo encuentren -dijo la anciana antes de volver al interior cerrando la puerta tras de si.

Inmediatamente le lancé una mirada inquisitiva a Sam, quién a su vez me la devolvió.

-Son más de las cuatro ¿Quieres comer algo? -preguntó interpretando mi mirada.

-Sería estupendo.

Salimos de nuevo a los pasillos y caminamos en busca de comida, la gente no parecía disminuir, sino todo lo contrario, ver la cultura de misticismo que inundaba el lugar me generó tal fascinación, al grado de no querer abandonar el lugar nunca.
De pronto y por casualidad, al otro extremo del pasillo creí ver al chico de la entrada, parecía todo un turista; con el típico caminar pausado, un semblante despistado, como buscando algo que llamara su atención en verdad, sin embargo, así tan de repente, una idea me cruzó por la mente. Recordé de manera fugaz nuestro viaje desde el inicio y me sorprendió encontrarlo en la fila de abordaje desde Tijuana.
Quizá exageraba pero, era demasiada coincidencia que hubiese tenido el mismo destino, sin embargo las casualidades existen.

-¿Te parece si comemos aquí? -preguntó Sam de pronto sacándome de mis ideas locas -no quiero alejarme mucho -asentí con una sonrisa y entramos al establecimiento.

Me encantó el lugar que eligió y me fascinó la comida. Era un local donde vendían antojitos mexicanos: sopes, huaraches, empanadas y sobre todo ¡quesadillas!
Sam ordenó rápidamente un par de sopes de pollo y una quesadilla de champiñones "con queso" me pareció extraño que especificara el queso, pero no le di mayor importancia, yo pedí por instinto una quesadilla de bistec con nopales y por curiosidad una empanada de tinga.
Para tomar Sam, escogió una bebida sabor mango y yo hice lo propio con un refresco de cola.

La contemplé por un instante en el que me pareció perdida, absorta en sus pensamientos, frunciendo en el entre cejo, como si algo le preocupara.

-¿Ocurre algo? -le pregunté a Sam, quién pareció volver del mundo donde estaba -te veo pensativa -le dije mirándola a los ojos cuando fijó su atención en mi.

-No es nada -respondió esbozando una ingenua sonrisa -estaba pensando en lo alocado de nuestro viaje.

-Es verdad -concedí también con una sonrisa -no me había detenido a pensar en eso, estaba tan inmerso en lo fascinante de la ciudad y lo maravilloso que es tener tu compañía que me olvidé de lo inesperado que fue venir hasta aquí.

-Héctor... -dijo complacida -eres un tonto -agregó mientras apoyaba su cabeza en mi hombro -soy yo quién está feliz de tenerte a mi lado, feliz de que pudieras recordarnos en el pasado y, de que decidas ampliar tu percepción confiando a ciegas en mi.

-Tú me mostraste un mundo y un pasado que yo desconocía, tengo razones de sobra para confiar en ti -contesté tomando sus manos entre las mías.

Justo en eso, llevaron nuestra orden y me resultó curioso como elaboraban sus platillos; la empanada era con forma de quesadilla pero frita en aceite, con la única diferencia de que la empanada estaba completamente cerrada al momento de ponerla a freír y una vez fuera, le hacían un corte en la parte superior para agregarle crema, queso seco rayado y lechuga finamente picada.

MEMORIA DE UNA VIDA PASADA Pausada Por EdicionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora