Capítulo diez.

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Tate bebió por completo el agua que se encontraba hasta el tope en aquel vaso de vidrio en un intento fallido por humedecer la boca seca, la noticia le había sentado muy mal y con mucha razón puesto que solo a sus padres, aquellos que pensaban que aún era una niña pequeña, la habían puesto al cuidado de la persona menos indicada en el mundo, el mujeriego de O'Brien. Sirvió más agua en el vaso mientras su mano temblaba un poco, saber que aquel individuo se encontraba en su propia casa ganándose el afecto de sus padres la ponía de nervios y de un muy mal humor.

No podía evitar recordar lo que había pasado minutos atrás, cuando por fin había recuperado su voz se echó a reír cual hiena sin encontrar exactamente la gracia pero al notar el semblante serio de sus padres pudo observar que no era una broma de mal gusto. ¿Y cuando Dylan le mostró esa sonrisa arrogante junto con ese brillo en sus ojos? Quiso arañar su cara hasta sangrar y se sorprendió a sí misma por tales pensamientos tan sádicos.

Comenzó a reclamar a sus padres sobre «Qué había con su libertad» a lo que contestaron con el ya usado «Mi techo, mis reglas».

- ¿Pensando en mí?- Aquella petulante voz solo hizo que los nervios se agudizaran mientras apretaba el vaso de tal manera que hacía que resistiera las ganas de golpearlo.

- Más bien, pensando en como alejarte de mi familia- Gruñó.

- Tu familia es agradable, me gustaría pasar más tiempo con ellos- Dijo Dylan en un tono bromista.

¿Pasar más tiempo con ellos? ¡Ja! Si ni siquiera pasaban el tiempo suficiente con Tate, con él mucho menos.

- Preferiría comerme una rana a verte cerca de mis padres.

O'Brien hizo una mueca- No creo que eso sea lo más inteligente.

Tate resopló- ¿Por qué haces esto?

- ¿Hacer el qué?

Una sonrisa ladeada surcó mientras se recargaba en la barra de la cocina.

- Tú bien sabes- Sacudió la cabeza- Jamás durante años nos habíamos dirigido la palabra, ¿Por qué ahora decides atormentarme?

- Tengo mis propias razones- Guiñó un ojo en su dirección mientras daba la media vuelta decidido a desaparecer de ahí.

- Dylan, ven aquí y contéstame- Tate siempre había odiado que la dejaran con dudas.

Era de esas personas que les gustaba comprar libros e ir hasta la última página solo para leer el final y posteriormente comenzar a leer o que les contaran el final de las películas. Odiaba no saber qué pasaba.

- ¡Imbécil!- Gritó enfurecida una vez Dylan cerró la puerta blanca de la cocina, ésta se volvió a abrir segundos después, su madre asomó la cabeza con el ceño fruncido. Pudo notar que se encontraba maquillada, tal vez saldría con su padre a alguno de esos tantos lugares sofisticados con sus amigos.

- No se dicen malas palabras en esta casa, más respeto a los invitados, jovencita.

Tate asintió con la mandíbula apretada, ¡Ahora resulta que sus padres lo defienden! Si supieran que clase de hombre era él, ahora mismo estaría lejos de ella por una orden de alejamiento. Aunque esa idea no está nada mal, pensó.

Segundos después, un dolor agudo se hizo presente en su mano, tapó su boca con la otra mientras su mirada horrorizada miraba hacia otra dirección. Había apretado tan fuerte el vaso que terminó por romperse y un gran pedazo se incrustó en la palma de su mano derecha haciendo que chorreara sangre de sobremanera. Odiaba la sangre, sentía que vomitaría o que en cualquier momento se desmayaría.

The player {Dylan O'Brien}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora