Capítulo 31.

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***

Flotar.

Así fue como se sintió Clarke cuando al abrir los ojos todos esos recuerdos de la noche anterior con Lexa volvieron a su mente, arrancándole algo más que una enorme sonrisa.

Inmediatamente la adrenalina fluyó por sus venas; quería gritar, saltar, pero sin embargo permaneció inmóvil mientras disfrutaba de ese calor que volvía a su cuerpo y erizaba la piel de sus costados a medida que rememoraba todas y cada una de esas sensaciones que había experimentado gracias a las manos de Lexa, a sus labios, a sus besos y a cada uno de sus sonidos, ahora entremezclándose en su mente con sus propios sonidos.

Casi podía sentir de nuevo el placer, la humedad hidratando su parte más interna y la increíble sensación de estar flotando.

Su corazón se aceleró por la emoción. Emitió un sonido, incapaz de contener su felicidad. ¿De verdad Lexa le había pedido ser su novia? Se preguntó buscando por debajo de las sábanas los brazos de la castaña alrededor de su cintura.

De repente, toda su emoción se vino abajo, notando ese inminente vacío que separaba su cuerpo del suyo.

Giró lentamente la cabeza para mirar atrás, después de frotarse los ojos y comprobar una vez más que no se equivocaba y se encontraban en la habitación del hotel.

Recapituló mentalmente todo lo sucedido durante las últimas doce horas, viendo a Lexa en ese lado de la cama como si guardase prudencialmente las distancias.

¿Podría ser que lo hubiese imaginado todo?

Sacudió ligeramente la cabeza eligiendo pensar que aquellos recuerdos no podían ser solo el producto de su imaginación, aunque reconocía que últimamente tenía ese tipo de sueños; al parecer su subconsciente había tomado la fea costumbre de jugarle esas malas pasadas, especialmente cuando Lexa estaba cerca.

Las dudas empezaron a fruncir su ceño hasta borrarle completamente la sonrisa, a un solo clic de entrar en pánico. Los sueños podían ser tan reales que a veces al despertar no era capaz de discernir entre lo que era real y lo que no.

—¡Oh, Dios! -gimió avergonzada, tapándose la cara con ambas manos.

De repente sintió a Lexa girarse en la cama, buscando su calor debajo de las sábanas.

La castaña pegó su cuerpo completamente al suyo y hundió la nariz en la melena rubia que caía caprichosamente sobre la almohada como un manto de suave terciopelo, ofreciéndole una visual del hombro desnudo de Clarke.

Cerró de nuevo los ojos y aspiró con fuerza, inundándose de su olor, antes de apoyar sus labios en la unión entre el cuello y el hombro de Clarke, su novia, anotó mentalmente dejando escapar un suspiro.

Inmediatamente después sintió mariposas revolotear en su estómago cuando esa distinción hizo eco en su cabeza, quizás porque Lexa se había repetido demasiadas veces que Clarke solo la veía como amiga.

Su mente se inundó de imágenes, situaciones, conversaciones, actitudes y gestos, miradas que cobraron un nuevo sentido ahora, provocándole un maremoto de sensaciones y sentimientos que le hicieron sonreír.

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