Octubre color naranja.

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    Era octubre y era otoño y mi corazón se sentía tan castaño como el color de las hojas que poco a poco caían de los árboles, así como los sollozos caían de mis labios. Estaba en aquel parque donde nos encontramos por segunda vez, a meses de aquel campo verde, ahora de color castaño claro.
    Mi ropa iba a juego con la estación y mis sentimientos, mi falda, que siempre sacaba cuando era otoño,detonaba la alegría que sentía por este mes, el naranja claro que tenía hacia juego con el tiempo y me hacia sentir libre, me hacia sentir bien, libertad de color naranja claro, casi tan invisible que tenías que esforzarte si querías verla, tan invisible, pero tan fuerte...
    Te había visto, allí sentado y sin hacer nada, solo observando los columpios donde alguna vez nosotros nos sentamos, donde alguna vez nos dejamos ver como éramos en realidad, dos piezas rotas que necesitaban ser reparadas, el problema fue que yo no podía repararte a ti, solo romperte más, un poquito más siempre que te veía. Estabas escribiendo aquel libro por el que tanto te esforzaste, el cual nunca acabaste, quizá porque nuestra historia no tuvo un final feliz para contar, quizás porque no estaba hecho para ser acabado, o quizás porque en el mundo que te rodeaba todo estaba acabado y tú, querías dejar algo sin acabar, aunque supongo que lo estarías acabando, por lo difícil que te era conseguir inspiración. Supongo que lo acabaste o quizás lo publicaste sin finalizar, pero lo publicaste y sin duda fue un libro que me rompió dejándome un sentimiento de una paz que no transmitía paz.
    Aquel octubre fue raro, el otoño que siempre había soñado, que siempre había idealizado, no estaba, y mis dieciséis años nunca se habían sentido tan temerosos, como si un paso en falso estallara todo, no fue mi mejor mes, tampoco fue mi mejor versión de mi, no estaba mi yo del principio y quizás nunca lo estuvo. Ese octubre fue diferente a los anteriores, triste y deprimente, de un naranja oscuro como mis pensamientos, pero estabas tú y tu forma de escribir, y de mirarme, admirarme y recordarme, estabas tú y Anna, la mejor modelo que conocí la cual quería que le contara más sobre ti, y quien era yo para negarme, cuando amaba hablar de ti y ella te amaba, a ti, no como yo que amaba a lo que imaginaba de ti, me pedía que le hablara sobre todo tú, pero yo, no tenía nada que contar, porque sabía todo pero no sabía nada, porque te conocía, pero no lo hacía, te amaba, pero no a ti, te miraba sin mirarte y te sentía sin sentirte, porque nunca supe amarte, quizás no fui hecha para hacerlo.
Había decidido ir hacía una mujer de mayor edad, que se paseaba al rededor del parque con un carrito de helados, los cuales llevé hacia ti con su color naranja brillante. Me senté a tu lado y en silencio me dediqué a observar a dos niños que jugaban lejos de nosotros, admirando algo que a lo mejor no tendría, tal vez porque no encontraría a alguien que me amara lo suficiente como para cuidarlos juntos, al menos no alguien que me amara como tú, o tal vez porque a lo mejor no tenía futuro, cuando al fin me miraste me tomó un tiempo saber si girarme hacia ti o no, al final decidí que podías mirarme sin ser interrumpido, puede que te dejara porque era una egoísta y quería sentirme querida un día, o puede que simplemente amara tu atención.
Cuando la tarde ya oscurecía y todo se convertía en naranja oscuro, cada uno tenía un helado a medio comer, manchando nuestras manos, nos reíamos sin parar solo por una simple mirada que fue suficiente para hacerme sentir en casa, sentirme amada, reímos y lloramos y quizás el sentimiento de soledad que tenía se había esfumado cuando esto comenzó, cuando los sollozos y las carcajadas habían empezado, porque estábamos hechos mierda y - aunque yo no fuera la que tendría que hacerlo- me divertía verme intentar pegarte los trozos rotos de tu alma.
Al llegar la noche te devolví la chaqueta en la cual te había dejado mi número y nombre escritos en un papel, papel que nunca encontraste o que ignoraste porque no me querías conocer.
Y quizás el naranja no fuera libertad, o dolor, o soledad, quizás el naranja era alegría, quizás mi naranja eras tú, tal vez por eso no volví a estar feliz después de este mes.

El colorido alguien de un mundo sin colorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora