Fue un 22 la cuarta vez que te sentí, te vi en una sala de hospital en la cual no deberías de estar, vestido de un rosa claro el cual te hacia resaltar entre la demás gente en aquel lugar, tu pantalón, siempre de chándal, era de un tono gris claro, que a juego con tu camiseta de color rosa, te hacia ver más guapo.
De todos los lugares en los que te quería ver, el área de espera de aquella sala de hospital nunca fue una opción, no quería verte en un lugar como aquel, en un momento como aquel, simplemente no quería que me vieras entrando en alguna habitación de esas gran paredes de marcas rosas, rosa oscuro por lo poco cuidada que estaban esas paredes desinfectadas pero no arregladas.
Con un poco de fuerza, valentía, puede ser, me senté a tu lado, agarrando mis flores de pétalos separados de un corazón rosa claro, claro como las claras lágrimas que empezaron a bajar por mi cara una vez me derrumbé junto a ti, llorando apoyada en tu hombro una vez más, solo que esta vez lloré un 22 de julio y no un día de mayo color verde.
Tú te sentías en tu mundo y aún así lograbas consolarme más que cualquier otro humano en ese momento, no me hablaste, nunca lo hiciste, y en ese momento tampoco, solo se escuchaban mis sollozos rosados pidiendo ayuda y las gotas de mis lágrimas saladas impactando en mis flores rosas, intentando controlarme arrugando un vestido que ya no me quedaba tan bien, un vestido dos tallas más grande, un vestido que compartía con mi soledad.
Cuando me llamaron y me tuve que separar sentí como te dejaba atrás con muchas dudas y también el como una de ellas era respondida mientras me veías caminar por uno de los pasillos.
El nombre de ese pasillo lo dijo todo, todo lo que tenías que saber y todo lo que te tenía que ocultar, ahora no solo tenía tu empatía, también tenía tu pena.
Cuando salí, cansada y con ganas de dormir, apagada, te volví a ver y fue como si verte me diera la energía que necesitaba para volver a vivir, me alegré al ver que te quedaste con preguntas y dudas, con gritos y cosas sin sentido solo para poderme dejar ir tranquila, esperando que pronto te fuera respondido, haciéndome sentir bien al saber que no estaba sola.
Ahora sé que el rosa no es amor, es soledad, una soledad disfrazada de algo hermoso, porque lo hermoso es lo que atrae, a lo mejor por eso el rosa siempre fue soledad, porque no era más que una mentira.