༒︎ℒ𝒾𝓏༒︎

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Su cuerpo estaba atravesado por una barra de hierro oxidado, su filo desgarrándole la carne y manchando de sangre el agujero en el que había caído. La sangre se deslizaba por su boca, formando un charco oscuro a su alrededor. Su cabeza yacía en una posición grotesca, el cuello claramente quebrado por el impacto. Los gritos comenzaron a resonar en el aire, sacudiéndome hasta la médula y haciéndome girar.

—¡Dios mío! —susurró Angelique con lágrimas en los ojos, su voz apenas un hilo de desesperación.

—¡Por Dios, está muerta! —gritó Nicole, el pánico vibrando en cada palabra.

—Tenemos que llamar a la policía —dijo Veronika Hemsworth, ya sacando su celular, pero su expresión se torció en frustración—. No hay señal.

—Me siento... —Kaydon no logró terminar la frase antes de girarse y vomitar violentamente.

—¡¿Por qué está muerta?! —sollozó Marjorie Taylor, su voz ahogada en angustia.

—Esto está muy mal, esto está muy mal —repetía Itza Césaire como un mantra desesperado.

Mi corazón latía frenéticamente, la adrenalina me hacía temblar. Quería gritar y llorar hasta quedarme sin voz, pero sabía que debía mantener la calma por todos. Mi mejor amiga estaba muerta, y aunque el dolor me desgarraba, tenía que ser fuerte.

—¡Cálmense todos! —grité con más firmeza de la que sentía—. Hay un teléfono público dentro.

—Es verdad —dijo un chico, rompiendo su silencio por primera vez desde que llegué.

—¿Y tú quién demonios eres? —preguntó Nicole con un tono estridente y alterado.

—Dylan Wood, un placer —respondió él con una calma inquietante, extendiendo la mano como si estuviéramos en una reunión social.

Ignoré la absurda cortesía de Dylan y me abrí paso entre todos hacia el interior del edificio, corriendo con todas mis fuerzas hacia el teléfono. Con cada paso, el pánico se intensificaba, temía que si no llegaba rápido, el teléfono desaparecería como en un mal sueño.

Al llegar, escuché los pasos apresurados de los demás detrás de mí. Saqué mi celular y encendí la linterna para iluminar la oscuridad aplastante. Busqué nerviosamente en mis bolsillos, necesitando una moneda para hacer la llamada.

—¿Alguien tiene una moneda de cincuenta centavos? —pregunté, mi voz temblando.

—No traje dinero —dijo Angelique con un tono de impotencia.

—¿Quién trae dinero a una supuesta fiesta? —preguntó Dylan con sarcasmo.

—¡Cállate! —le espeté, con la voz quebrada. No podía soportarlo más, todo estaba mal, terriblemente mal. Me apoyé contra la pared, mi respiración se aceleró y el llanto me superó. Me dejé caer al suelo, abrazando mis rodillas mientras intentaba ocultar mi rostro, sintiéndome completamente expuesta.

—Lo siento mucho, Lia —dijo Nicole, su voz temblorosa—. Sabemos que era tu mejor amiga. Prometo que a su funeral le llevaré un vestido de Prada.

¡Qué demonios les pasa!, pensé, llena de rabia.

—¡No necesitará un vestido Prada, Nicole! ¡Está muerta! —le grité, furiosa por su insensibilidad. Pero al ver su rostro, me di cuenta de que también estaba profundamente afectada—. Lo siento —traté de disculparme, mi voz quebrándose—. Esto realmente me está sobrepasando.

Un ruido metálico resonó, haciéndome saltar.

—¿Ahora qué fue eso? —preguntó Kaydon, con la voz llena de terror.

𝑬𝑳 𝑨𝑺𝑬𝑺𝑰𝑵𝑶 𝑫𝑬 𝑭𝑶𝑹𝑫𝑨𝑳𝑬 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora